De manera intercalada, y estimo que según sople el viento o la hora del día, en Mataderos se respiran dos olores: el olor a matadero y el olor a Guaymallén. Dos usinas insignias del barrio. Del primero escuché decir que es “a curtiembre” pero ni idea. Es seco, agudo, tibio e inconfundible. El segundo, es mejor que el sabor mismo del alfajor, invita a hacerse un tecito, es dulzón y acogedor como si comieras la preparación de una masa mantecosa y azucarada del bowl.
El Julio César de Muscari y Moria aterriza en el barrio para apestar a todos los guaymallenes de olor a matadero: la escenografía y vestuarios barroco-pop montan a la antigua Roma del texto originario en un boliche de microcentro y un elenco de actorazos de distintos palos toman con tanta responsabilidad al texto clásico como a las barras de Nathy Peluso.
Pensemos en el caso de Malena Solda, por ejemplo, que obtuvo una residencia anual en 2005 en la London Academy of Music and Dramatic Art, donde se dedicó al estudio intenso de Shakespeare. O Alejandra Radano que viene del musical y laburó tanto con Alfredo Arias en Paris. Ellas, maravillosas, con olor a matadero.
El elenco y las actuaciones son el sostén de una puesta que es superficialidad total. Y con esto no me refiero a que sin el elenco la obra se cae, quiero decir que sin el elenco que banca esas decisiones directorales, alguien podría llegar a pensar que lo superficial fue un accidente, como si hubiese querido ir más allá y hubiese quedado trunco, pero no. Vemos y vivimos la full Moria Casán experience. Japaleta en Roma.
Poco queda por agregar de ella, emperador romano de la presencia escénica, la teatralidad toda en una figura que es persona y personaje. Que en su carta de amor al barrio y al teatro, entre una función de Julio César y otra más tarde de Brujas, sale primera a saludar a la gente que fue a verla. Siempre diva, siempre popular.
En la función de prensa, Muscari habló de “vanguardiarla”. Y sí, está ese tema de que los personajes varones son hechos por mujeres y los mujeres por varones, pero who cares, si Moria Casán es un género en sí mismo. Vanguardiarla hoy por hoy es bancar esa superficialidad a toda costa, no buscar más, devorar la chatarra y festejar que nos evitaron un disgusto de paja intelectual.
Las referencias al barrio se festejan con vítores por parte del público. Es posible que se festeje el alivio de que no van a ver tanto Shakespeare, y sí mucho La One. Con las risas por referir en los diálogos a la pizza de El Cedrón que vendrá después de la función, va también la celebración de poder estar disfrutando de un espectáculo popular en el cine El Plata.
Si bien es cierto que la incorporación de la sala al CTBA fue importante para encauzar su reapertura, no fue sino gracias a la lucha incansable de los vecinos por más de 35 años que Mataderos hoy puede decir que ha recuperado un símbolo cultural del sud-oeste porteño. Aunque el gobierno de la ciudad haya cortado la cinta roja, no casualmente, durante el período electoral del 2021, y hoy pose sonriente en las fotografías del nuevo primer estreno, es importante no olvidar que fueron ellos mismo quienes durante 15 años mantuvieron la obra congelada.
En charla con Ricardo, vecino integrante de la Comisión de Recuperación del Teatro El Plata, recordamos solo uno de los palos en al rueda: “En el 2007 el Gobierno de Mauricio Macri hace pública su intención de cambiar el destino del inmueble para hacer allí un CGP nuevo fuera de toda legalidad, ya que el cine cuenta con protección estructural en su condición de Cine Teatro. Aún así, el macrismo avanzó, adjudicando este nuevo proyecto, sin licitación alguna, a la empresa Bricon SA. Demolieron el interior del edificio para establecer una situación de hecho, destrozaron las columnas, los accesos, y desmantelaron la cubierta del techo, lo que permitió que las lluvias anegaran el interior y transformaran en una laguna el declive natural de la sala.” Por eso, bienvenidas sean las referencias, el autohomenaje está más que justificado y la emoción de ver la sala llena y la “lujuria barrial”, mayor.
Después de la cuarentena estricta y la experiencia del autocuidado y la mesura, no hay ganas para la tibieza. Es el momento del maximalismo. Para qué el “menos es más” si igual nos vamos a morir. ¿Cuántos signos de opulencia kitsch, trap y “moria dixits” se pueden aguantar en escena? Todos los posibles.
Ficha técnico artística
Actúan: Moria Casán, Marita Ballesteros, Alejandra Radano, Malena Solda, Mario Alarcón, Mariano Torre, Mirta Wons, Vivian El Jaber, Fabiana García Lago, Payuca
Dirección: José María Muscari
Coordinación de producción: Daniela Cristóbal, María La Greca
Coordinación técnica: Leonardo Murúa
Asistente de dirección: Mariana Melinc, Fernanda Machado
Diseño de sonido: Camilo Zentner, Ariel Gato
Diseño de iluminación: Omar Posematto
Diseño de vestuario: Camila Milessi, Emiliano Blanco para Kostüme
Diseño de escenografía: Gabriel Caputo
Asistencia de iluminación: Christian Gadea
Asistencia de vestuario: Pilar Repetti
Asistencia de escenografía: Paula Vicharelli
Colaboración artística: Paola Luttini
Realización de video: Rosario González del Cerro