Estamos en vacaciones de invierno y parece ser que el clima va a acompañar para salir al sol un rato y, claro, ver teatro. En plan tardecita, después de la merienda, una obra breve despliega su esplendor para alegrarnos la jornada.

Jíjop es una historia bailada, no hay diálogos más que el que establece el cuerpo con la música. Cuatro personajes interpretados por Emiliano Larea (Paka Paka) nos introducen a la historia de un muñeco que cobra vida y descubre el mundo con sus coloridas flores y sus oxidados engranajes, como nos pasa cuando entramos a la rutina y nos ponemos en piloto automático.

La música y el diseño sonoro son otros de los actores principales que, junto a los de Larea, diseñan un recorrido en la historia y nos empujan a llenar el vacío con la imaginación. El vestuario y la manipulación de objetos en escena nos hacen entrar como en un trance onírico y acogedor.

La expresividad de todos estos signos juntos nos devuelven una experiencia amena y nos animan a ponerle algo de poesía a un día a día que nos suele poner opacos y monótonos. Darle lugar al juego y a la imaginación como si fuéramos niños, o junto a niños incluso, es un pequeño mimo que propone Jíjop y que nos podemos llevar como herramienta al mundo exterior.