Reseña
75'

Los cuerpos invaden la escena. La invaden desde los costados, desde las profundidades, entre la platea y desde la cabina. En esta experiencia, los límites no cuentan porque lo que se busca es expandir, algo sobre lo que su directora Luciana Acuña junto con el Grupo Krapp puede dar cátedra. Esta vez ella está acompañada en escena por Santiago Gobernori, Milva Leonardi y Francisco Dibar, y entre ellos se ocuparán de habitar la escena vasta que busca tocarse con límites ajenos para encontrarse con aquella otra forma de lo posible, esa que Luis y Luciana admiraron en la obra de unos búlgaros durante una residencia en Nueva York.

Acá nadie se pregunta por la verdad porque esta aparece en los cuerpos. El cuerpo es el lugar donde pasan las cosas, es hábitat y motor. En los cuerpos vemos viajes, animales, sonidos, tiempos, observamos la distancia, sentimos el frío y el calor. Los intérpretes son lienzos en donde se va a plasmar la experiencia entera. Ellos están a la deriva y reciben distintos mensajes que atesoran con esperanza. Sí, la esperanza también cabe en estos cuerpos.

Por momentos, hay “cuentito” y reglas de juego. Por otros momentos, el cuerpo es el universo y lo invade todo. Los mensajes vienen de algún parlante que nos sobrevuela las cabezas, a veces también viene de ellos mismos, a veces del iluminador Matías Sendón que también intenta dar respuestas. Hay un video que parece que tiene que pasarse pero las condiciones no están dadas. La palabra los complica, en ella el sentido se escapa, los confronta, los deja incompletos. Ellos hablan y piden pero acá las cosas no funcionan así. Cuando sus cuerpos logran convertirse también en montañas, el clip se reproduce.

Nuestras expectativas estallan a lo largo de toda la obra y el espacio se hace eco de esta explosión. La escena se rompe en pedazos, se quiebra hacia adentro, se destruye para el público, busca sus propias grietas, sus resquicios, el lugar por donde pueda colarse la magia, la misma que ven Luis y Luciana en ese espectáculo de los búlgaros, y que desean replicar. Todo aquí parece estar hecho de residuos: de la memoria, de los cuerpos, de los vínculos. Una obra hecha de esa última capa de hielo transparente y peligroso. Ahí, en esa finura, los cuerpos juegan.

La escena estalla y entonces nosotros sentimos que caminamos sobre hielo quebradizo. Nos tienen mirando en todas direcciones, atontados pero fieles a la expansión. Así los seguimos por un viaje que termina en tragedia y retoma la muerte como posibilidad poética, como ampliación de los límites. Luciana toma la palabra de una experiencia que lo trae de vuelta, por un rato, a Luis Biasotto como acto poético que destruye cualquier posibilidad de límite y une a todos los tiempos en este tiempo.

Hielo negro es un viaje, una obra dentro de una obra, unos animales todos juntos, una danza, una carta, dos amigos compartiendo, un juego, una muerte, un camino en lo endeble.

Ficha técnico artística

Dirección: Luciana Acuña

Apartir de una creación original de: Luciana Acuña y Luis Biasotto

Textos: Luis Biasotto, Luciana Acuña y Mariana Chaud

Creación e interpretación: Milva Leonardi, Francisco Dibar, Santiago Gobernori, Luciana Acuña, Matías Sendón

Música original Gabriel Chwojnik

Diseño de iluminación Matías Sendón

Diseño de vestuario Mariana Tirantte

Diseño de escenografía Ariel Vaccaro

Asistencia artística y coreográfica Ana Inés García

Producción y colaboración artística Gabriela Gobbi

Video y colaboración dramatúrgica Alejo Moguillansky

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