O la importancia de un prócer para romper la propia cadena.
Bartolomé Hidalgo fue un poeta uruguayo nacido en 1788, una época en la que Uruguay aún no era país. Es considerado un artista revolucionario para la historia popular, ya que sus cielitos hablan de la peripecia patriótica y con los años van deviniendo en poemas que luego continuaron en la voz de, por ejemplo, el famoso Martín Fierro de José Hernández.
Pero no es sólo eso. Los jueves y viernes en el Camarín de las Musas, Hidalgo también es el punto de encuentro entre los personajes de Paula Marull y Agustín Daulte sobre el escenario. Y también el nombre de la calle donde Susana una vez intentó vender un departamento muy feo. Ella trabaja en una inmobiliaria. De chica tocaba la guitarra: cuando la agarraba cerraba los ojos y veía el universo. Hoy para ver un rayo de sol tiene que caminar una cuadra y media. Y para mostrar el departamento se tuvo que tomar tres colectivos y un taxi. No tiene marido ni hijos para no esclavizarse. Pero cuando está cerca de hacer una buena comisión vendiendo en el edificio con amenities (que tiene una vista que sale miles de dólares), se encuentra con un adolescente dormido. Ella necesita que él se vaya y él está por repetir de año y no tiene dónde ir.
En apariencia son muy diferentes: ella es laburante, va para adelante. A él se lo ve frágil y temeroso. Posiblemente nunca se hubieran conocido si no les hubiera tocado esa circunstancia. Pero cuando aparece la posibilidad del trabajo práctico para pasar de año, Hidalgo los une y empiezan a encontrar coincidencias. Quizás un espejo de frustraciones. Pero hay que salir para ser alguien y en este intercambio aparece una posibilidad de escapar en busca de algo mejor. Así, un día como cualquier otro puede ser la oportunidad para romper la propia cadena.
En la misma sala donde realiza La Pilarcita, María Marull estrena esta obra, que tuvo una primera experiencia el año pasado en el Ciclo de Teatro Semimontado Bicentenario y en 2017 recibió el premio Artei a la Producción Teatral Independiente.
Una puesta despojada y minimalista es funcional para el relato de un rato en tiempo real en el que podemos inducir que esas dos personas se cruzaron para salvarse.
Estamos frente a una obra que no podría funcionar sin buenas interpretaciones. Por un lado, Paula Marull marca el ritmo y lo sostiene durante toda la obra, brindando la información que necesitamos para entender a los personajes. Por su parte, el joven Agustín Daulte es el interlocutor que a través de su frágil expresividad nos permite comprender lo que le pasa por dentro.
Una vez más, María Marull logra conmover con dramaturgia y dirección, contando una historia tierna que emociona al espectador por su simpleza y sensibilidad.
Ficha técnico artística
Dirección: María Marull
Autoría: María Marull
Actuación: Paula Marull, Agustín, Daulte
Asistencia de dirección: Santiago Rodríguez Durán
Escenografía: José Escobar
Vestuario: Jam Monti
Iluminación: Matías Sendón
Fotografía: Sebastián Arpesella
Diseño Gráfico: Mercedes Moltedo
Prensa: Carolina Alfonso