La casita de las chicas, la casa de la señora, el living y el consultorio del terapeuta (o del nene). Cuatro espacios en escena que graban los hábitats de los personajes. Se iluminan por sectores y allí está cada uno, lidiando con su tornado interno para hacer frente a sus sueños y al mismo tiempo, ser parte de una comunidad que exige, por lo menos, la capacidad de hacerse valer.
Y acá empieza el drama. Ninguno de ellos está tan dueño de sí. Son un puñado de inexpertos corriendo una carrera contrarreloj. Lo que está en juego es algo más urgente, es inminente que algo va a pasar, que ya no se aguanta esa densidad en el aire. Entre tanta cosita que se hace y se deshace, la piel pide un recambio, es una búsqueda que quiere encontrar.
Parece imposible, pero en lugares tan distantes de ese mundo -del cual ya están siendo parte-, sucede lo mismo. Sus historias salvan las distancias y se cruzan al bamboleo de un efecto cadena, del tipo “hay que llamar al lobo para sacar a la chiva”, y así sigue. En el frenesí, los roles quedan corridos de lugar, y se arma una parodia desopilante y ácida, a veces tan graciosa que duele. Entre amor, violencia, mentiras y exageraciones, está el juguito. El deseo trasciende los límites de lo bueno y lo malo con chispazos que confunden y hacen pensar hasta dónde podemos llegar. Todo se va al carajo.
Pero hay una búsqueda que los iguala, y desde su instinto se unen cuerpo a cuerpo para luchar, morir y nacer otra vez juntos. Es que tenemos un ave fénix en la cartelera del teatro porteño. A fin de cuentas, construir el propio sistema de reglas, “experimento de felicidad” como le dice Tolcachir, es lo que vale, su posibilidad de redimirse.
Entonces tenemos: una escenografía que separa y une espacios, permite simultaneidad y arma la red del juego; vínculos deformados al límite de las pasiones; y principalmente, una coreografía teatral que le regala vida a los actores, señalando la fuerza de un elenco que es un equipo de trabajo, con gran trayectoria y arranque.
Eso. Arrancó la primera temporada en calle Corrientes para El viento en un violín. Se puede pensar la vida de otra forma, acercate.
Ficha técnico artística
Dirección: Claudio Tolcachir
Autoría: Claudio Tolcachir
Actuación: Araceli Dvoskin, Tamara Kiper, Inda Lavalle, Miriam Odorico, Lautaro Perotti, Gonzalo Ruiz
Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez
Iluminación: Omar Possemato
Fotografía: Giampaolo Samá
Asistencia de dirección: Melisa Hermida
Prensa: Marisol Cambre
Producción general: Maxime Seugé, Jonathan Zak
Este espectáculo formó parte del evento: VIII Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA)
PASEO LA PLAZA
Teléfonos: 6320-5350
Duración 90 minutos