En El río en mí el ambiente está contaminado, las almas también. “Nuestro castigo es seguir existiendo mientras se muere todo” dice Madre, personaje encarnado por Elena Petraglia en esta obra cargada de hastío, desencanto y cuentas por saldar.
En un hotel de la ribera, conviven Madre e Hija, en una relación de amor/odio constante. Un pueblo desolado, con aguas envenenadas y la naturaleza furiosa que se manifiesta en forma de “Katupirí”, suerte de enredadera mutante que devora todo lo que se le cruza. Esta metáfora hace alusión al avance de las fábricas, esas que llegan a los pueblos para llenar algunos pocos bolsillos y exterminar los recursos naturales sin tapujos. Los trabajadores de esa planta industrial son quienes se alojan, paradójicamente en este enigmático hotel.
Francisco Lumerman dirige a los cuatro actores en escena de una manera impecable, con una escenografía que aparenta sencilla pero se amplia en cada interpretación junto a la precisa iluminación, el espacio exterior juega un papel protagónico y se dibuja en nuestra imaginación. El director toma libremente El malentendido de Albert Camus, para disparar el esqueleto de la historia: un padre que abandona a su familia, madre e hija que quedan cuidándose la una a la otra y un hijo/hermano que regresa después de 20 años a reencontrarse con esas mujeres que ni siquiera lo reconocen.
Malena Figó es Hija: habla sola, habla con Madre y habla con el público. Es hipnótica, parece salida de una historia de terror y misterio. Petraglia, la ya mencionada Madre que vive rodeada de resignación y prefiere imaginarse la vida antes que vivirla. Claudio Da Passano, siempre conmovedor, es un huésped un tanto extraño que llega a revelar varios secretos y Mercedes Docampo otra hija que busca esclarecer la muerte de su padre, encontrado muerto misteriosamente en el río.
Con actuaciones sólidas, de ritmos marcados, lindísima música en vivo y muy buen guión, El río en mí te enreda como la katupirí, casi no te deja pestañear por miedo a perder algún movimiento vital. Porque es teatro del bueno, no sólo por salir airoso en todos los aspectos formales, sino porque también aprovecha el arte para bajar línea de los desastres ambientales que suceden a diario de la mano de grandes corporaciones.
Todo tiene su precio y hasta la naturaleza se puede negociar. El río ruge, la Katupirí avanza y cualquier semejanza con la realidad es pura elocuencia.
Ficha técnico artística
Dirección: Francisco Lumerman
Dramaturgia: Francisco Lumerman
Actuación: Claudio Da Passano, Mercedes Docampo, Malena Figó, Elena Petraglia
Diseño de vestuario: Rodrigo González Garillo
Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo
Diseño de luces: Ricardo Sica
Diseño sonoro: Julián Galay
Fotografía: Manuela de Miguel, Rodrigo Illescas
Diseño gráfico: Martín Speroni
Asistencia de dirección: Manuela de Miguel, Mariano Novillo
Prensa: Carolina Alfonso
Producción ejecutiva: Zoilo Garcés, Cecilia Santos