El síndrome hikikomori es un término acuñado por un psiquiatra japonés que hace alusión a estar recluido. Es más bien una forma voluntaria de aislamiento y auto-reclusión que se presenta mayoritariamente en adolescentes que comienzan a sentirse oprimidos por el entorno social e incluso familiar; frente a esa hostilidad del “mundo de afuera” eligen aislarse en sus habitaciones, eliminando paulatinamente todo contacto con el exterior.
El nombre de la luna parte de este concepto para trabajar la experiencia de una niña transformándose en mujer, que desde la soledad de su habitación interactúa con una cámara de video desde la cual registra sus angustias, experiencias traumáticas y algún que otro lindo recuerdo.
Manuela Fernández Vivian lleva adelante este unipersonal mediante una interpretación muy bien lograda de una niña deviniendo adolescente. El vestuario galáctico transmite ese universo de fantasía en el que se recluye su protagonista, pero el gran acierto es, sin duda, la puesta en escena. La iluminación cósmica permite zambullirse en sentimientos más profundos y la experimentación de la cámara en mano ofrece una imagen de video en simultáneo que nos pone a dialogar con la obra desde un nuevo lugar. Y entre muñequitos de playmobil y estrellas por doquier, esta niña elige registrar todo como única conexión con el exterior. Adiós mundo cruel.
Ficha técnica artística
Dirección y dramaturgia: Maria Emilia Franchignoni
Actuación: Manuela Fernández Vivian
Escenografía: Noelia González Svoboda
Asistencia Escenografía: Lucía Garramuño
Vestuario: Magda Banach
Multimedia: Matías Fabro
Iluminación: Claudio Del Bianco
Asistencia de iluminación: Facundo David
Video: Manuela Fernández Vivian, María Emilia Franchignoni
Asesoramiento Video: Matías Fabro
Asistencia de dirección: Nadia Pereyra
Diseño Gráfico: Sergio Calvo
Fotografía: Celeste Mandrut
Prensa: Marisol Cambre
Producción:Mariel Benaros
TIMBRE 4
Teléfono 4932-4395
Duración 60 minutos