El mar de noche es básicamente Machín dirigido por Cacace y actuando a Loza, lo cual suena bien y en la práctica es aún mejor. El trabajo de estos tres grandes del teatro da como resultado una puesta poética, concisa y, sobre todo, emocionante.
La muerte del amor, por más de que se haya visto mil veces, siempre es digna de una nueva mirada, si se hace con verdad. Sobre el escenario, un sillón, una copa en el piso y un tipo sentado en calzones, en lo que bien podría ser un estado de ebriedad o locura, que habla con el aire, con un ex amante que ya no vendrá. Estos son simplemente los vehículos elegidos para darle lugar a esta historia que ya se ha contado infinidad de veces, la del que espera a otro que nunca llegará, que no está viniendo, que no quiere estar. Con poesía y talento, El mar de noche nos lleva a recorrer un camino que todos hemos visto, pero transitándolo con una sensibilidad muy interesante.
Santiago Loza propone un texto complejo y lleno de detalle para pintar esta imagen de desamor. Los lugares de la obra que permiten la poesía, le dan el espacio necesario al personaje en escena para que construya una identidad y, donde las palabras no alcanzan, Luis Machín pone lo que hay que poner y le pone el cuerpo a la obra. Con honestidad y mesura, Machín lleva adelante una obra donde lo único que hay realmente en escena es él mismo, y aún así logra que miremos más allá del cuerpo allí presente y veamos la historia, lo que dice y lo que calla. Esta habilidad actoral está brillantemente conjugada con una dirección sobria de Guillermo Cacacce, en el mejor sentido de sobriedad, en el sentido de saber qué sería un exceso para un texto tan sensible y evitarlo sin problemas.
El concepto de un mar de noche resulta un tanto aterrorizante, estar flotando en el agua, sin ver la profundidad, sin saber qué acecha y completamente a oscuras. Un poco de eso transmite la idea del desamor, uno está ahí, sin saber dónde está, sin poder darse cuenta de su entorno. Uno simplemente está ahí, expuesto. El mar de noche es una gran manera de asomarse por el costado del bote, ver ese abismo y experimentar su vértigo, con la salvedad de que el riesgo lo corre Machín, que en esta obra da clase de cómo encarar algo tan grande en una puesta tan poco pretenciosa y salir empapado de gloria.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Santiago Loza
Actuación: Luis Machín
Dirección: Guillermo Cacace
Diseño de vestuario: Magda Banach
Diseño del espacio: Alberto Albeda
Diseño de luces: David Seldes
Diseño sonoro: Patricia Casares
Fotografía: Alejandra López
Diseño gráfico: Leandro Ibarra
Asistencia de iluminación: Estefanía Piotrkowski
Asistencia de dirección: Gastón Ré
Prensa: Carolina Alfonso
Producción Comercial: Marcelo Riva
Dirección de Producción: Romina Chepe