Como vidas que vamos gastando a lo largo de nuestra existencia, cada vez que amamos emprendemos un experimento que nos choca, y nos refriega por la cara qué tanto de fracaso y de éxito hay en el amor.
Es la historia de una madre llena de frustraciones por sueños juveniles nunca alcanzados. Una mujer que posterga sus ambiciones para construir la familia, la misma que ahora destruye con su odio violento que de desparrama de forma centrífuga. Las hijas adolescentes quizás no repitan sus errores, y por esto rebota constantemente entre el odio, la envidia y el amor. Las quiere, pero su modo, uno muy enfermizo, histérico, contaminado por el humo de su cigarrillo, y lleno de impotencia por ellas que están a punto de ser lo que ella quiso y no pudo.
Si bien hay distintos tipo de vínculos en este triángulo, a lo largo de toda la obra aparece un mismo elemento: la imposibilidad de ser. Ninguno de los personajes puede lograr ser lo que desea, ya sea por impedimentos propios o ajenos. La casa es un muro contenedor de fracasos personales que los integrantes no logran saltar. Un reconocimiento escolar que consigue por mérito propio, aunque sin proponérselo, hace que el conflicto con su madre crezca aún más. Matilda, de alguna manera, apostaba todo en ese cajón de caléndulas. Un tercer personaje, Ruth, la otra hija de Beatrice, aparece para mediar entre los dos extremos. Aparentemente, ella mantiene con Beatrice una relación de mayor complicidad, pero también es la que condensa en su propio cuerpo los cortocircuitos sentimentales entre la madre y la hermana.
Beatrice se topa a diario con un futuro que quiere evitar. Una señora vieja y decrépita, postrada en una silla de ruedas, depende de su cuidado, y deja aún más en carne viva la fuerza violenta del personaje de Georgina Rey.
La iluminación, la musicalización y la escenografía vienen a completar el mundo tibio, nublado, desarreglado y con olor a rancio, basado en el que el dramaturgo norteamericano Paul Zindel describe en su obra de 1964 . Una mascota, un teléfono que conecta al mundo exterior, una tétrica compañera de escuela. Todos forman parte de esta historia atravesada por la ambivalencia de las relaciones dentro de una familia de mujeres. Como si todas las flores del experimento de Matilda fueran las distintas oportunidades que tenemos para amar, para ser transformados por los rayos gamma.
Ficha técnico artística
Dirección y traducción: Federico Tombetti
Autoría: Paul Zindel
Actuación: Laura Grandinetti, Georgina Rey, Valentina Posleman, Nora Gut, Belén Marcuz.
Iluminación: Agustín Alezzo
Vestuario: Cecilia Carini
Música y diseño sonoro: Mirko Mescia
Diseño gráfico: estudiopapier
Fotografía: Federico Pérez
Asistencia de escenografía: José Escobar
Asistencia de dirección: Axel Emilien / Belén Marcuz
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate