“Y… ¿por cuánto dinero le parece que valdría la pena salvar a este señor?”
En una escenografía ascéptica, una mujer duerme desplomada sobre su propio brazo, en la cabecera de la mesa de directorio. La música tensa se convierte en silencio extremo mientras otra mujer entra en la sala y, con precisión quirúrgica, acomoda sillas, carpetas y lapiceras.
Alrededor de la mesa, se juntan no tan lentamente siete arquetipos de la medicina: la inocente médica residente que se ve abrumada por las emociones y (peor) las decisiones; el cínico cirujano que piensa en estadísticas, números y probabilidades; la enfermera que persigue las necesidades de los “doctores”, aun formando parte del mismo Comité que ellos; el trabajador social en silla de ruedas, ejemplo motorizado de que es posible salir adelante; la psiquiatra con trastorno maníaco-depresivo (en casa de herrero…) quien, como si esto fuera poco, enfrenta la muerte de su hija por sobredosis; el miembro del directorio, contradictoriamente abogado y cura; y el recientemente reincorporado jefe del comité, líder más que carismático. El resultado es tan hilarante como morboso.
Este grupo singular tiene en sus manos una tarea imposible: decidir quién, de entre los pacientes que necesitan un nuevo corazón, encabezará la lista para recibirlo. Tan imposible, que en 1962 una periodista norteamericana bautizó a este comité de transplantes como “el comité de Dios”. Pero esta vez, además de utilizar para su decisión los factores habituales de edad, peso, grupo sanguíneo, condición física y redes de contención emocional, el comité de Dios tendrá que enfrentarse a un problema ético: uno de los posibles receptores del corazón es hijo de un conocido empresario, que ofreció donar al programa de transplantes nada menos que 50 palos verdes.
La vida de miles en manos de unos pocos (¿o no era así que funcionaba el mundo?). ¿Y si las decisiones de esos pocos estuvieran afectadas por simpatías personales, conveniencias económicas, convicciones morales, religión, afecto, conflictos, trauma, (des)esperanzas o –sencillamente- guita?
Después de todo, un corazón nuevo no tiene precio. Para todo lo demás, existe MasterCard. ¿O no?
Ficha técnico artística
Dirección: Daniel Veronese
Autoría: Mark St. Germain
Versión: Daniel Veronese
Traducción: Martín Morgenfeld
Actuación: Gustavo Garzón, Alejandra Flechner, Roberto Castro, Gonzalo Urtizberea, Héctor Díaz, Julieta Vallina y Ana Garibaldi.
Asistente de dirección: Gonzalo Martínez
Diseño de escenografía: Alberto Negrin
Asistencia de escenografía: Lucía Kazanietz
Diseño de Vestuario: Valeria Cook
Diseño de iluminación: Marcelo Cuervo
Asistencia: Magalí Cordero Ventades
Fotografía: Camila Miyasono
Comunicación visual: Gabriela Kogan
Diseño Gráfico: Johanna Wolf
Prensa: SMW
Coordinación de producción: Romina Chepe
Producción Ejecutiva: Alberto López Sierra
Producción General: Sebastián Blutrach
Dirección comercial: Marina Marchesotti
Administrativo: Ignacio Pescetti
Departamento contable: Rut Alfici
TEATRO EL PICADERO
Teléfono 5199-5793
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