La muerte de los patriarcas siempre trae el reencuentro de los herederos, forzados a heredar y a reencontrarse contra su voluntad. El Ciclo Mendelbaum (100% musical) explora en clave lisérgica musical, pero coherente, qué pasa cuando tres hijos judíos, sus mujeres y su prole se juntan bajo la mirada de sus padres muertos a hablar de la sucesión y a pasarse factura entre ellos.
El contexto “velorio del Zeide” en el que transcurre la obra no delata nada fuera de lo común o de lo razonable; tampoco Gustavo y Silvio, los primeros dos hijos de esta familia judía, ni sus mujeres, parecen auspiciar nada extraño: uno encarna el rígido mandato de trabajar y asociarse a la AMIA, y el otro fracasa en los negocios y todavía mantiene vivo su sueños de ser músico. Ya el tercer hijo del finado, Bernardo, que habla y se viste como gaucho, empieza a dar pistas de que el camino de la obra puede pasar por lugares inusuales, y los músicos en vivo que oscilan por distintos géneros, pero siempre volviendo a los sonidos folklóricos judíos, apoyan esta noción.
Y cuando aparece el hijo de Bernardo y nos vemos que es nada menos que un toro (como leyó, señora, un toro, ¿nunca vió un toro? Vea la obra, entonces, hay uno), ahí ya podemos afirmar que estamos en presencia de una locura completa y de ley. Lo genial es que se trata de una locura muy agradable, plagada de un humor acertado, de excelente manejo de la demolición de la cuarta pared y de buena música.
Pero si hay algo más difícil que hacer una locura entretenida, debe ser hacer que también tenga un sentido y conmueva a quien la mira. La obra transita ejes históricos, como la crisis del 2001, y ejes íntimos, como la relación de Tití, la hija de Gustavo, y Matías, el hijo-toro de Bernardo, y logra atravesarlos sin nada de qué avergonzarse. Y su lisergia no es sólo una manera de poner en escena la historia, es una verdadera herramienta usada con habilidad: que el Zeide y la Bobe vean todo desde un cuadro; que el toro resulte ser el más humano de todos; que nada quede realmente resuelto, son todas claras señales de que hay cosas que pasan en la vida que el realismo no puede ni empezar a contar.
Ficha técnico artística
Dirección: Sebastián Kirszner
Dramaturgia: Sebastián Kirszner
Dirección musical: Sebastián Aldea
Actuación: Luichi Almeida, Maqui Figueroa, Augusto Ghirardelli, Mauro González, Ignacio Goya, Daniel Ibarra, Eduardo Lázaro, Belen Lopez Marco, sebastian marino, Julieta Puleo, Mariela Rey
Música en vivo: Mauro González, Ignacio Goya, Eduardo Lázaro, Mariela Rey
Coreografía: Fabiana Maler
Escenografía: Lola Gullo
Maquillaje: Eliana Guzmán
Diseño de vestuario: Mariela Rey
Realización de vestuario: Eliana Guzmán, Mariela Rey
Asistencia de vestuario: Eliana Guzmán
Diseño de luces: Sebastián Kirszner
Música original: Sebastián Aldea, Eduardo Lázaro
Letras de canciones: Sebastián Aldea, Daniel Ibarra, Sebastián Kirszner
Fotografía: Daniela Potente
Diseño gráfico: Aldana Lukman
Asistencia de dirección: Javier García
Prensa: Simkin & Franco
Arreglos musicales: Sebastián Aldea, Ignacio Goya, Eduardo Lázaro
Producción: La Mirilla Producciones
LA PAUSA TEATRAL
Viernes 21:00 hs.
$ 200,00