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Hay quienes afirman que se puede ser el rey del espacio infinito aún encerrado en la cáscara de una nuez. Esto no es afirmar que hay una relación proporcionalmente inversa entre el tamaño de las cosas y su potencia, sino remarcar que aún aquello parece pequeño y frágil, y tal vez especialmente por ser pequeño y frágil, es capaz de generar el impacto más grande. Como si pasara un tren es, entre muchas otras cosas, un claro ejemplo de que lo bello y realmente conmovedor puede ser a su vez simple y delicado.

A lo mejor la obra es la historia de Valeria, una chica cuya madre le encuentra un porro y, en penitencia, la manda a la casa de su tía y su primo, lejos de la ciudad, donde el wifi no existe y el aburrimiento parece ser la norma.  Aunque también podría ser la historia de Susana, una mujer que vive con su hijo, un poco más especial que el resto de nosotros, en un pueblo de 40.000 habitantes y que hospeda a su sobrina de Capital durante algún tiempo. Pero no sería para nada errado afirmar que esta obra es la historia de Juan Ignacio, un chico que vive con su mamá, va a una escuela Waldorf, se la pasa jugando con un tren eléctrico y sueña con ver a su papá y viajar en un tren de verdad. Y si no está claro de quién es la historia es porque cada personaje y cada actor trae una veracidad y una legitimidad brillante que hace imposible pegarles una etiqueta y que esa etiqueta no se caiga.

Lorena Romanín tiene tanto el mérito de haber gestado una dramaturgia bella como de haberla dirigido preciosamente. El texto es desde el vamos algo que parece un trencito de juguete y termina siendo una locomotora de teatro. Nada sobra y lo que podría haber terminado siendo apenas otra obra sobre una familia disfuncional o sobre el choque entre alguien de la Gran Ciudad y una familia de pueblo se convierte en una pieza diferente y sinceramente emotiva y graciosa. Y, teniendo buen texto y buena dirección, también sobra talento para interpretar sobre el escenario. 

Silvia Villazur logra poner en carne la imagen que todos tenemos de la madre sobreprotectora, pero además logra algo mucho más difícil: que estemos de su lado. Algo que resulta instintivo, estar del lado de los niños que quieren ser libres en una obra de teatro y no del lado de la figura de autoridad de turno, se torna dolorosamente ingenuo frente a tamaña actuación, con tanta simpleza y con tan poca pretensión. Todo el ímpetu de alegre rebeldía se frena en seco cuando en escena hay una mujer que está diciendo algo que, además de tener sentido, hace vibrar algo tan elemental como el amor de una madre por su hijo, amor que los que no lo entienden llaman sobreprotección.

Si hay una madre estructurada, tiene que haber alguien que venga a romper esa estructura. Luciana Grasso es la prima citadina que pone en jaque lo preestablecido. La actriz tiene la difícil tarea de esquivar los lugares comunes que van de adolescente insoportable a heroína inverosímil de los oprimidos y, como bailarina en campo minado, logra llegar al otro lado ilesa y creíble. Y es en parte esa capacidad de eludir lo trillado que todos los intérpretes traen a escena lo que hace que la obra sea tan sólida.

Y en el medio de todo esto, Guido Botto Fiora brilla sin enceguecer y, con arte y oficio, le da vida a este chico un tanto especial que juega con un tren de juguete y quiere lo que en el fondo todos queremos. Siempre es difícil un personaje que manifieste alguna capacidad motriz o intelectual diferente, tanto de ver para el espectador como de interpretar para el actor, pero esta vez podemos decir que no hay golpes bajos que obliguen a conmoverse o a simpatizar: todas las muchas emociones que invoca Juan Ignacio se las gana limpiamente con la intepretación del personaje.

Como si pasara un tren es, como muchas cosas en la vida, por momentos para llorar y por momentos para reír. Y, de nuevo, como muchas cosas en la vida, es simplemente bella.

Ficha técnico artística

Dirección: Lorena Romanín

Autor:  Lorena Romanín

Actuación: Tom CL, Lu Grasso, Cecilia Tognola, Silvia Villazur

Escenografía: Isabel Gual

Vestuario: Isabuel Gual

Iluminación: Damián Monzón

Asistencia de Dirección: Mariano Mendetta

Diseño Gráfico: Fermín Vissio

Coreografía: Juan Manuel Branca

Asistencia de Dierección: Mariano Mandetta

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