“Me da la sensación que me acuerdo más de la infancia que de lo que hice ayer”
Voy a limpiar
Voy a coser un montón
Voy a salir a buscar la lavanda
Elena ha construido un mundo para no salir: una casa “viva” de objetos que se rebelan. En ese encierro comparte sus días con Carmen, su hija menor, hasta que la llegada de la mayor, Manuela, amenaza con perturbar esa armonía de pueblo. La casa materna, la hija que vuelve de la ciudad y el miedo a lo nuevo en los ojos de Carmen: “¿No estarás pensando en salir, no?”
Adornos que bailan, ventanas que se abren solas. La casa como habitante. La casa materna como perturbación. Probarse un vestido y no poderlo usar. Leer cartas que vienen de la ciudad. Imaginar. Fanales, olor a lavanda. Cocinar para la tele. “¿Tengo que ir a la mercería me podés acompañar?”. El verdulero del pueblo es un títere triste.
La directora, escenógrafa y titiritera Lucila Mastrini construye una dramaturgia de sensaciones donde los espacios, olores, sonidos y objetos cobran un valor esencial. Una casa estuche que moldea sus habitantes.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Lucila Mastrini
Intérpretes: Lucía Made, Valeria Pierabella, Eleonora Valdez
Manipuladores: Victoriano Alonso, Florencia Svavrychevsky
Realización de escenografía: Victoriano Alonso
Realización de títeres: Sarah Grehan
Música original: Hernán Gulla, Julieta Medina
Prensa: Guido Zaffora
Dirección: Lucila Mastrini