Artaud es punto de partida y disparador certero de posibilidades para reactualizar, de algún modo y las veces que estemos dispuestos, lo que suponemos que es la locura. Sergio Boris y Adrián Silver junto a un notable elenco invocaron a Antonin Artaud en el 2015 y vuelven a hacerlo este año los jueves en el Beckett.
César le abrió la puerta a Fabio sin consultar a los demás; Fabio vive con cagadera y tapa el baño que César se la pasa destapando; Marta y Nacho hacen uso de su jerarquía, y Moni entra y sale de lo que fue un hospital psiquiátrico y hoy es la oficina del estacionamiento que les deja algunos mangos. En la amenazante espera de los que van a venir a corroborar, Moni, estallada, grita: “No sabíamos nada nosotros, Nacho, no sabíamos nada ni de los pabellones ni de la heladera ni de la mierda, ¡ni de la mierda!”. La bosta latente de los que viven ahí dentro y en el entre: afuera hay olvidos y camiones hidrantes que barren los colchones de los locos que duermen en la calle.
No es necesario ser especialista en la obra del poeta y dramaturgo francés para recibir plenamente esta obra; parecería que Artaud es omnipresente, que sobrevuela la puesta y que no se lo puede enjaular en algún lugar exclusivo. Sus testimonios están aquí y allá, sus experiencias con la inclemencia de la electricidad, también. Desde la escenografía y el diseño sonoro hasta el texto dicho, la unicidad está en la polisemia: la percepción va y viene, entre lo estético y lo político, no sin hacer cantidad de parates en el humor, o en situaciones que no son de tanta gracia, pero que causan risa, y mucha.
El lenguaje de los internos en la oficina del estacionamiento se vale de la repetición: una y otra vez dicen de la misma manera, a la vez que construyen el crescendo de la dramaturgia. El trabajo en equipo de estos actores enormes se ve ahí, en el juego abierto entre posibles. Es el habla de cada uno, en realidad, el que edifica cada mundo interpretativo: los cinco crean un sólido universo en conjunto, y cada uno, un mundo en y de sí mismo. El acierto del vestuario refuerza la singularidad poética que encarnan, y se agradece, porque la riqueza de sus configuraciones es grande.
Artaud apunta directo y no se sale ileso. Una obra para ver más de una vez.
Ficha técnico artística
Autoría y dirección: Sergio Boris
Actuación: Federico Liss, Elvira Oneto, Pablo De Nito, Verónica Schneck, Rafael Solano
Escenografía y realización: Ariel Vaccaro
Vestuario: Magda Banach
Iluminación: Matías Sendón
Diseño sonoro: Carmen Baliero
Fotografía: Ariel Feldman
Diseño gráfico: Alejandra Granata
Asistencia De Producción:Carolina André
Asistencia de dirección: Adrián Silver
Producción general: Maxime Seugé, Jonathan Zak
Este espectáculo formó parte del Ciclo Invocaciones