En un futuro bastante cercano, la humanidad está a punto de colapsar. Producto de los agrotóxicos y la mala alimentación, el semen de los hombres ya no tiene efectividad y la tasa de embarazos es cada vez más baja.

Alfa es un dramón apocalíptico, con algo almodovariano en esas tres mujeres desopilantes que llevan adelante un laboratorio clandestino que recolecta semen de donantes anónimos para revenderlo en el mercado negro con precios que escalan según su efectividad.

Todo sucede en una cocina atestada de cosas, suerte de laboratorio científico entre atados de acelga y clonazepán. El afuera es hostil, todo el que se asoma a esa realidad de fin del mundo debe hacerlo con máscaras de protección y por sobre todo, el hombre que ande solo debe cuidarse de las femininjas, banda de mujeres que atacan, violan y golpean a todo lo que se les cruza.

La obra juega con la parodia para tocar temas sensibles y no muy lejanos a nuestra cotidianidad. Acompañando a las tres mujeres (Mariana Cavilli, Marta Haller y Valeria Roldán) están el padre, Abian Vainstein en una interpretación excelente de comerciante buscavida, medio estafador y enamorado del billete, y Diego Quiroz el donante estrella.

La lucha no es ideológica, sino monetaria. Pero el amor es más fuerte, diría Tanguito, y trabajo y placer comienzan a confundirse cegando a todos por igual en pos de defender sus intereses.

La dirección de Felicitas Kamien es fantástica, hay ritmo, firmeza y un gag detrás de otro que amenizan la cruda realidad. Con luces hipnóticas y actuaciones apasionadas, Alfa es el reflejo de una sociedad en decadencia.