Empecemos por acordar, entonces, que la objetividad no existe. (Más que como consenso de subjetividades, agrega algún literato). Y aclaremos, para que no haya malos entendidos, que esta emisión hará gala de un derroche de subjetividad impresionista cuasi-fanática, por parte de vuestra servidora.

KARINA K LA ROMPE.

Y eso es objetivo.

Recomendamos entonces apertrechar su pollera-pantalón con algún tipo de relleno para aplaudir de pie y poder volver a precipitarse de asentaderas al piso un par de veces, como mínimo, y dirigirse al Teatro Apolo lo más pronto posible.

Y, claro, esto no es una sorpresa para nadie que frecuente el mundo del musical. Pero es altamente recomendable que aquellos teatreros que no lo hagan, se bajen del caballo al menos hoy y vean esta obra.

Es que Al final del Arcoiris es un palimpsesto de elevada alquimia en todos los niveles de la representación, donde cada cosa que se expresa deja transparentar otra que nos sorprende y es, a su vez, el perfecto complemento.

La hermosa música del maestro Alberto Favero, incluso antes de que los actores pisen el escenario, hace gala de este recurso doble y marca el clima de la obra entera: por entre las reconocidas melodías de los clásicos que Garland se apropió se traslucen notas melancólicas, casi disonantes, que adelantan los aspectos de la historia que la propia Judy intentará tapar.

Comienza la obra y el escenario nos transporta a Londres en 1969: un lujoso hotel. Judy Garland, con su última pareja Mickey Deans y junto a su pianista y mejor acompañante escénico, Anthony, se prepara para la ajetreada seguidilla de cinco semanas consecutivas de conciertos en el club The talk of the town. Esta escenografía tendrá, como todo, su justa contracara (que dejaremos en suspenso para que el lector se sorprenda tanto como nosotros).

Entre estos dos hombres –y un puñado de pastillas varias- se debate la protagonista. Antonio Grimau compone un ácido y entrañable Anthony, manejando la dosis justa entre verdad y ese je ne sais quoi extra que el género de la comedia musical a veces pide como condimento -pero que en cantidad excesiva, como suele suceder, resulta un plato difícil de digerir-. Federico Amador da con el perfil justo del ambivalente Mickey, y tiene momentos realmente conmovedores junto a la protagonista. Finalmente, el polifacético Víctor Malagrino aprovecha sus múltiples apariciones para robarse su buen puñado de risas.

Y luego, claro, ella. Párrafo aparte. Karina K deja todo sobre el escenario y demuestra que es una artista completa, fogueada sobre las tablas, que maneja su oficio a piacere y hace equilibrio sobre un histrionismo sin límites arraigado fuertemente en una verdad arrasadora. Pasa de un estado a otro en cuestión de segundos y es capaz, con ello, de tocar cada fibra del espectador. Y lo más asombroso de todo: cuando canta, uno ve a Garland. Es ahí donde se realiza el verdadero palimpsesto, donde uno es testigo de la magia. No tiene que ver con un parecido físico o gestual –que está muy bien logrado-, es más que eso: sobre la imagen deslumbrante de Karina, vislumbramos a Judy, evocada en un instante mágico donde el arte, una vez más, desafía la muerte.

Bajo la precisa mirada y la experimentada mano de Ricky Pashkus, la historia mantiene un ritmo justo escena tras escena y nos habla, entre muchas otras cosas, de la necesidad de amar y ser amado, de los motivos egoístas o altruistas que nos mueven a ello, y de lo que puede haber detrás del arco iris technicolor con que la fama deslumbra.

Al final del Arcoiris es un pase de magia constante, una “ilusión con las formas de la verdad” que nos maravilla de punta a punta y nos reencuentra con embriaguez originaria que nos enamoró del teatro.

Ficha técnico artística

Dirección: Ricky Pashkus

Actuación: Antonio Grimau, Karina K, Benjamín Rojas, Víctor Malagrino

Músicos: Quintino Cinalli, Arturo Puertas

Vestuario: Pablo Battaglia

Escenografía: Héctor Calmet

Diseño de luces: David Seldes

Stage Manager: Juan Manuel Caballe

Fotografía: Machado Cicala Morassut

Utilero: Marzoratti

Asistencia de dirección: Lucila Zin

Producción general: Javier Faroni

Dirección musical: Alberto Favero

Prensa: Tommy Pashkus

TEATRO ASTROS

Av. Corrientes 746 

Teléfono 4325-9991

teatroastros.com.ar

Jueves y Viernes 21:00 hs., Sábado 21:30 hs., Domingo 20:30 hs.

Entradas desde $ 200,00

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