No es tarea fácil criticar una obra de teatro. Más allá de lo que uno pueda aprender académicamente para hacerlo, si se tiene pasión y compromiso con el teatro, es imposible que una buena obra no te conmocione. Hay una expectativa sobre el crítico como alguien que puede hablar de un objeto de manera distante pero, ¿qué sucede cuando el objeto visto apela a las fibras más íntimas de la humanidad de cada uno? ¿Hay forma de distanciarse de eso?
Esto pasa con Acceso, pero vayamos a la obra que es lo que importa. El Festival Temporada Alta trajo a nuestros escenarios locales una obra de nuestros vecinos andinos. La expectativa era muy alta al ser dirigida por Pablo Larraín, conocido cineasta chileno nominado al Oscar por la película No y director de títulos como Neruda y Jackie.
Lo particular de Acceso, es que más allá de ser dirigida por un cineasta, es puro teatro. Roberto Farías se impone en el escenario para interpretar a Sandokán, un vendedor ambulante que ofrece distintos productos para subsistir, para tener como él mismo dice “acceso”. En su retórica comercial empezamos a entrever piezas de su historia personal que se asoma hasta inundar todo.
En un dialecto lumpen y coloquial, Farías entra en una vorágine de recuerdos que lo llevan a crear imágenes con su cuerpo de la marginalidad más cruda. Sandokán arroja directamente encima de los espectadores una historia de abusos, excesos y discriminación. En todo momento somos conscientes de que esto no es una historia excepcional y única, habla de la diferencia social que existe en Chile (y en todos lados, ¿por qué no?) y de los abusos cometidos por el SENAME (el Servicio Nacional de Menores chileno). Farías recorre todos los episodios con compromiso y potencia, y logra mostrar la ambigüedad de alguien que está consumido en este mundo. Para Sandokán el abuso es amor, para él, cosas que a uno le harían gritar del horror, eran su puerta de entrada a una vida digna, eran su “acceso”.
Larraín acierta en poner el foco de la obra en lo que hace Farías en el escenario, y está tan seguro de eso que elimina todo otro factor que anule la exposición de su actor. Sólo con sutiles cambios de luz se hace presente una puesta que gana mucho en su despojo. La dramaturgia (confeccionada por dramaturgo y actor) es tan fuerte que agregarle un condimento extra sería un exceso.
Lo complejo de poner palabras sobre Acceso es que ese mundo que vemos a la distancia y etiquetándolo con la otredad enorme que tiene la marginalidad, es nuestro propio mundo, en el que todos estamos metidos. Sandokán finaliza la obra preguntándole al público “¿qué vinieron a ver?“. Como críticos teatrales, es imposible no sentirse interpelado en el quehacer propio de la tarea. Analizar esta obra como un objeto cerrado en sí mismo, sería ir en contra de lo que propone la misma obra, que es sincerarse sobre una realidad social. Sincerémonos pues y entendamos que la crítica no puede pensarse por fuera del mundo que la rodea, menos cuando se trata de algo con una humanidad tan desbordante. Quizás sea ese el “acceso” que Sandokán nos regaló.
Ficha técnica artística
Dirección: Pablo Larraín
Dramaturgia: Roberto Farías, Pablo Larraín
Actuación: Roberto Farías
Iluminación: Sergio Amstrong
Operación técnica: Catalina Olea
Asistente de producción: Josefina Dagorret
Asistencia de dirección: Josefina Dagorret
FESTIVAL TEMPORADA ALTA
Teatro Timbre 4
Duración: 60 minutos