“Uma Leitura dos Búzios” reescribe la narrativa sobre la lucha por la libertad en Bahía
Dos de Febrero. En un día como hoy, la ciudad de Salvador, en Bahía, está de fiesta. La ocasión es cuando los devotos se reúnen en Praia do Rio Vermelho para entregar sus ofrendas a la madre de los orixás. De los innumerables nombres que tiene la divinidad, el más conocido es Iemanjá, herencia de la tradición yoruba. En la cultura bantú, por ejemplo, la evocan como Kaiala. Estas son dos de las incontables naciones africanas que tuvieron alrededor de cinco millones de personas traficadas y esclavizadas en Brasil desde la década de 1530 en adelante.
Avanzando cinco siglos en el Calendario Gregoriano, los negros en Brasil representan el 56% de la población de 212 millones de brasileños (IBGE/2022). Superan el 80% de los 2,6 millones de soteropolitanos en la capital baiana (IBGE/2018, 2022).
Antes de que Dos de Febrero se convirtiera en un ejercicio pleno de libertad religiosa y atrajera a turistas de todas partes, se libraron muchas luchas. Muchas noches fueron de tormentas. Y si toda esta historia pudiera ser contada y cantada por Iemanjá, no hay duda de que Kaiala tendría como su voz la voz de su hija Virgínia Rodrigues.
Virgínia nació en Salvador, negra y rodeada de simbolismo. Vino al mundo el Treinta y Uno de Marzo de 1964. Día de la instauración del Golpe Militar en Brasil. Me dijo que, en una conversación sobre esta histórica coincidencia con Caetano Veloso, el cantante detenido por la dictadura y exiliado recordó que su nacimiento fue un martes y una hora después del golpe. “Nací el día de mi padre Nkosi. Un día de demanda. Tengo una historia que cumplir. Si no es pelear físicamente, será pelear con el canto”.
Ella creció en Bairro Sete de Abril. Esa parte de la periferia de Salvador se volvió más accesible debido a la pasada de la Estrada Velha do Aeroporto, rebautizada como Avenida Aliomar Baleeiro. El Siete de Abril de 1831 también es una fecha notable para la Historia brasileña, ya que es considerado uno de los días de la independencia de Brasil debido a la abdicación del trono por Dom Pedro I. El Siete de Septiembre de 1822 fue solo uno de varios eventos en la Guerra de la Independencia (1821-1824). En la cual, el Dos de Julio de 1823 marcó la expulsión total de las tropas portuguesas de Bahía y anotó otro hito histórico para los baianos. Actualmente, en esta fecha las calles de Salvador están tan llenas como el Dos de Febrero.
Dos siglos antes de que Virgínia entrara en escena teatral, Salvador fue escenario de muchas luchas por la abolición de las personas esclavizadas y la reducción de las desigualdades. Capital del país entre 1549 y 1763, el declive económico con el cambio de la sede del gobierno de la colonia portuguesa a Río de Janeiro intensificó las urgencias de los sectores más pobres de la población.
La tensión social provocó el estallido de la Revuelta de Búzios (1798-1799). Este movimiento dirigido por los trabajadores es visto como la primera manifestación en lo que ahora se llama la Región Nordeste a favor de la independencia de Brasil y de la difusión de los ideales republicanos.
Luego de que Brasil anunciara su independencia de Portugal, comenzó la Guerra Cisplatina (1825-1828), contra los territorios que ahora son Uruguay y Argentina. Aunque los argentinos habían iniciado un proceso de abolición de la esclavitud en 1813, la manumisión de los esclavos que sobrevivieron a las batallas fue ampliamente negociada. Compuesta por gente pobre y mutilada, esta población de afroargentinos tuvo su abolición confirmada por la Constitución de 1853.
En Salvador, estallaron y fueron reprimidos más de treinta movimientos populares, siendo los más importantes la Revuelta de Itapuã (1807), la Revuelta de Malês (1835), la Revuelta de Cemiterada (1836) y la Sabinada (1837-1838) hasta la Proclamación de la República en 1889. Brasil sólo promulgaría tardíamente la Lei Áurea en 1888.
Versiones más legitimadas de la Historia, a veces escritas por personas blancas, parecen borrar o disminuir la importancia de la contribución de las personas negras, especialmente las mujeres, suelen ser retratadas como participantes anónimas. El proyecto propuesto por el Sesc São Paulo se preocupó por presentar precisamente “una lectura de los búzios” sobre los hechos. Búzios son conchas marinas usadas por religiosos de matriz africana, en especial en ornamentos y en juegos de clarividencia.
Impulsado por la celebración del Bicentenario de la Independencia de Brasil en 2022, el Sesc invitó a directores baianos a volver a narrar este hecho histórico en São Paulo, a pesar de todos los riesgos que esa elección pudo implicar e implicó, debido a la diferente perspectiva de la narrativa hegemónica que viene del Sureste. “Esta lectura no es exactamente bahiana. Es brasileña”, refuerza Virgínia. “En la Revuelta de Búzios, los negros tuvieron que asentarse porque no soportaron tanta injusticia y perversidad para luchar contra los blancos. Esta es una más de las vergonzosas historias que tenemos en nuestro país”.
La participación de Virgínia marca el reencuentro de la asociación escénica con el director de teatro Marcio Meirelles, quien a mediados de la década de 1990 “descubrió” el potencial artístico de la cantante de coro de iglesias y la eligió para el elenco de Bye Bye Pelô con el Bando de Teatro Olodum. “¡Es un gran regalo! Me siento como una mujer africana que está en Brasil, fuerte y guerrera, Mátria Brasil”, define al corregir la ficha técnica que deletrea el nombre masculino de su personaje como “Pátria Brasil”.
Recuerda que hace 29 años ella no era artista. Era alguien a quien le gustaba cantar y estaba conociendo el campo de las artes. Después de casi tres décadas, dueña de una trayectoria aclamada nacional e internacionalmente, Virgínia con su voz, en la apertura de las cortinas, asegura al público que es una ave, que vuela y canta como un pájaro que mañana envió al ayer.
Meirelles mantiene el estilo que me gusta definir como parqueado y provocador. No sucumbir a formas más “contemporáneas” de hacer teatro es también una forma de resistencia. Y logra poner en escena la confusión que es Bahía. Donde todo se superpone. Todo se mezcla. Y esto no es ni cercano ni remotamente un problema. Es un “jeito”, cantaría Caetano. La sensación que se obtiene de la platea es la de estar en una plaza al aire libre, donde la vida transcurre en su complejidad sin la arbitrariedad de los ambientes controlados. Lo que ayuda en el transporte del público hasta el siglo 18, donde probablemente la articulación de la Revuelta de Búzios ocurrió principalmente en las calles.
El mayor aliado de Marcio Meirelles es la dirección musical de João Milet Meirelles, que transforma la obra en teatro musical, ambientada con sonidos tradicionales y contemporáneos, incluyendo cinco cantos de candomblé cantados por Virgínia. Cristina Castro es competente en traer referencias de danzas practicadas en Bahía a su dirección de movimiento y componer coreografías que allanan las limitaciones de un grupo de intérpretes muy ecléctico, pero con poca cohesión. El trabajo de montaje tomó alrededor de tres meses, sin embargo el desafío de actuar, cantar, tocar y bailar quizás requiera un poco más de decantación de la propuesta escénica.
La elección de Mônica Santana para la dramaturgia es encomiable. Se puede ver su compromiso con los hechos históricos, los nombres y los contextos. Pero el texto no es nada palatable. Si es difícil ser saboreado en la boca de los actores, es igualmente difícil penetrar en los oídos de la audiencia, creando la necesidad de un tremendo esfuerzo para conectarse. Pesa también el excesivo didactismo en la separación entre negros y blancos. El vestuario de Adriana Hitomi y el visagismo de Eli Viegas por sí solos ya podrían transmitir el mensaje de esta escisión.
Lo esencial para registrar sobre el trabajo de Mônica Santana es su posición como autora. Recompone, reajusta y abre camino para nombrar y visibilizar a las heroínas negras que lucharon en la Revuelta de Búzios, como Luiza Francisca, Lucrécia Maria, Domingas Maria, Ana Romana y Vicência Maria. Sin menospreciar la valentía, el escrutinio y el asesinato de Luiz Gonzaga das Virgens, Lucas Dantas de Amorim Torres, João de Deus Nascimento y Manoel Faustino dos Santos Lira.
La dramaturga va más allá y nos provoca a reflexionar sobre los términos que utilizamos. Conjuración, como es más conocida la Revolta de los Búzios, es esta horrible palabra para sugerir traición. La revuelta debe usarse para aquellos que practican el odio y la falta de amor. Los historiadores deberían usar más la palabra levante, que también sirve para designar el punto del horizonte por donde sale el sol. Porque eso es precisamente lo que quisieron nuestros mártires: que después de una noche de tormenta, saliera un sol negro en un día de justicia.
Mônica no recurre a oráculos eurocéntricos. Habla con los búzios. Y así es, un Dos de Febrero como hoy, que toda nuestra ancestralidad entra en estado de gracia y fiesta ayer. Porque la democracia sólo se hace con mucho “batuque”.
Uma Leitura dos Búzios
Até 12 de fevereiro de 2023
Sesc Vila Mariana
São Paulo, SP, Brasil
https://www.sescsp.org.br/unidades/vila-mariana/
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Noites de Temporal da Democracia
“Uma Leitura dos Búzios” reescreve narrativa sobre luta pela liberdade
Dois de fevereiro. Em um dia como hoje, a cidade de Salvador, na Bahia, está em festa. É quando os devotos se reúnem na Praia do Rio Vermelho para entregar suas oferendas à mãe dos orixás. Dos incontáveis nomes que a divindade tem, o mais conhecido é Iemanjá, herança da tradição iorubá. Na cultura bantu, por exemplo, a evocam por Kaiala. Estas são duas dentre também inumeráveis nações africanas que tiveram cerca de cinco milhões de pessoas traficadas e escravizadas no Brasil a partir da década de 1530.
Ao avançar cinco séculos no Calendário Gregoriano, as pessoas negras no Brasil representam 56% da população de 212 milhões de brasileiros (IBGE/2022). E, na capital baiana, ultrapassam 80% dos 2,6 milhões de soteropolitanos (IBGE/2018, 2022).
Antes do Dois de Fevereiro se tornar um exercício pleno da liberdade religiosa e atrair turistas de todas as partes, muitas lutas foram travadas. Muitas noites foram de temporal. E, se toda esta história pudesse ser contada e cantada por Iemanjá, não há dúvidas de que Kaiala teria como voz a voz de sua filha Virgínia Rodrigues.
Virgínia nasceu em Salvador, negra e cercada de simbolismos. Veio ao mundo no dia Trinta e Um de Março de 1964. Dia da instauração do Golpe Militar no Brasil. Ela me falou que, em uma conversa sobre esta coincidência histórica com Caetano Veloso, o cantor que foi preso pela ditadura e exilado lembrou que o nascimento dela foi em uma terça-feira e uma hora depois do golpe. “Nasci no dia do meu pai Nkosi. Um dia de demanda. Tenho uma história para cumprir. Se não for lutando fisicamente, vai ser lutando com o canto.”
Ela cresceu no Bairro Sete de Abril. Aquela parte da periferia soteropolitana ficou mais acessível devido à passagem da Estrada Velha do Aeroporto, renomeada Avenida Aliomar Baleeiro. Sete de Abril de 1831 também é uma data marcante para a História brasileira, pois é considerada como um dos dias de independência do Brasil devido à abdicação do trono por Dom Pedro I. Pois, o famoso grito às margens paulistas do Rio Ipiranga, em Sete de Setembro de 1822, foi apenas um dentre os vários eventos da Guerra de Independência (1821-1824). Na qual, o Dois de Julho de 1823 demarcou a completa expulsão das tropas portuguesas da Bahia e fixou outro marco histórico para os baianos. E, atualmente, nesta data as ruas de Salvador ficam tão repletas quanto no Dois de Fevereiro.
Dois séculos antes de Virgínia conhecer os palcos de teatro, Salvador foi palco de muitas lutas pela abolição dos escravizados e pela redução das desigualdades. Capital do país entre 1549 e 1763, o declínio econômico com a transferência da sede do governo da colônia portuguesa para o Rio de Janeiro acirrou as urgências das camadas mais pobres da população.
A tensão social fez romper a Revolta dos Búzios (1798-1799). Este movimento liderado por trabalhadores é tido como a primeira manifestação no que se chama agora de Região Nordeste em prol da independência do Brasil e da difusão dos ideais republicanos.
Após o Brasil anunciar sua independência de Portugal, foi iniciada a Guerra da Cisplatina (1825-1828), contra os territórios que hoje são o Uruguai e a Argentina. Embora os argentinos tivessem começado um processo de abolição da escravatura em 1813, era amplamente negociada a alforria para os escravizados que sobrevivessem às batalhas. Composta por pobres e mutilados, essa população de afroargentinos teve a abolição confirmada pela Constituição de 1853.
Em Salvador, estouraram e foram abafados mais de trinta movimentos populares, dos quais os de maior vulto são a Revolta de Itapuã (1807), Revolta dos Malês (1835), Revolta da Cemiterada (1836) e a Sabinada (1837-1838) até a Proclamação da República em 1889. O Brasil viria somente e tardiamente em 1888 promulgar a Lei Áurea.
Versões mais legitimadas da História, por vezes escritas por pessoas brancas, parecem apagar ou minimizar a importância da contribuição das pessoas negras, sobretudo das mulheres, que costumam ser figuradas anonimamente como partícipes. O projeto proposto pelo Sesc São Paulo se preocupou em apresentar justamente “Uma Leitura dos Búzios” sobre os fatos.
Provocado pela efeméride do Bicentenário da Independência do Brasil em 2022, o Sesc convocou encenadores baianos para recontarem este evento histórico em São Paulo, apesar de todos os riscos que esta escolha poderia implicar e implicou, pela perspectiva distinta da narrativa hegemônica que vem do Sudeste. “Essa leitura não é propriamente baiana. Ela é brasileira.”, reforça Virgínia. “Na Revolta dos Búzios, o povo negro teve que se aquilombar porque não aguentava mais tanta injustiça e perversidade para lutar contra os brancos. Esta é mais uma das histórias vergonhosas que temos no nosso país”.
A participação de Virgínia marca o reencontro da parceria cênica com o diretor teatral Marcio Meirelles, que em meados da década de 1990 “descobriu” o potencial artístico da corista de igrejas e a escalou para o elenco de Bye Bye Pelô com o Bando de Teatro Olodum. “É um presentaço! Sinto uma mulher africana que está no Brasil, forte e guerreira, a Mátria Brasil”, define ao corrigir o programa do espetáculo que grafa o nome de sua personagem como “Pátria Brasil”.
Ela lembra que há 29 anos não era uma artista. Era alguém que gostava de cantar e estava conhecendo o campo das artes. Passadas quase três décadas, dona de uma trajetória aclamada nacional e internacionalmente, Virgínia com sua voz, no abrir das cortinas, dá a certeza ao público de que ela é uma ave, que voa e canta como um pássaro que o amanhã enviou para ontem.
Meirelles mantém na encenação o estilo que eu gosto de definir como estacionado e provocativo. Não sucumbir aos modos mais “contemporâneos” do fazer teatral também é uma forma de resistência. E acerta ao colocar em cena a confusão que é a Bahia. Onde tudo se sobrepõe. Tudo se mistura. E isto não é nem de perto nem de longe um problema. É um jeito, cantaria Caetano. Pois, a sensação que se tem da plateia é de estar em praça pública, onde a vida acontece em sua complexidade sem a arbitrariedade dos ambientes controlados. O que auxilia no transporte até o século 18, onde provavelmente a articulação da Revolta dos Búzios se dava sobretudo nas ruas.
A maior aliada de Marcio Meirelles é a direção musical de João Milet Meirelles, que transforma a peça em teatro musical, aclimatado por sonoridades tradicionais e contemporâneas, incluindo cinco pontos de candomblé cantados por Virgínia. Cristina Castro é competente ao trazer referências de danças praticadas na Bahia para sua direção de movimento e compor coreografias que nivelam as limitações de um grupo de intérpretes muito eclético, mas com pouca coesão. Embora o trabalho de montagem tenha se dado por cerca de três meses, o desafio de atuar, cantar, tocar e dançar talvez demande um pouco mais de decantação da proposta cênica.
É louvável a escolha de Mônica Santana para a dramaturgia. Percebe-se seu comprometimento com fatos históricos, nomes e contextualizações. Mas o texto é impalatável. Se é difícil ser degustado na boca dos atores, é igualmente difícil de penetrar os ouvidos da plateia, criando uma necessidade de esforço tremendo para conexão. Pesa também o excesso de didatismo na separação entre negros e brancos. Os figurinos de Adriana Hitomi e o visagismo de Eli Viegas por si só já dariam conta de dar o recado desta cisão.
Mas o que é fundamental deixar registrado sobre o trabalho de Mônica Santana é sua colocação como autora. Recompõe, reajusta e abre caminhos para nomear e visibilizar as heroínas negras que combateram na Revolta dos Búzios, como Luiza Francisca, Lucrécia Maria, Domingas Maria, Ana Romana e Vicência Maria. Sem depreciar a bravura, o escrutínio e o assassinato de Luiz Gonzaga das Virgens, Lucas Dantas de Amorim Torres, João de Deus Nascimento e Manoel Faustino dos Santos Lira.
A dramaturga vai além e nos provoca a refletir sobre os termos que usamos. Conjuração é esta palavra horrível para sugerir traição. Revolta deve ser usada para quem pratica ódio e desamor. Os historiadores deveriam usar mais a palavra levante, que também serve para designar o ponto no horizonte onde o sol nasce. Porque é justamente isso que desejavam os nossos mártires: que após uma noite de temporal, um sol negro viesse raiar um dia de justiça.
Mônica não recorre a oráculos eurocentrados. Conversa com os búzios. E assim faz, em um Dois de Fevereiro como hoje, que toda a nossa ancestralidade entre em estado de graça e festa ontem. Porque democracia só se faz com muito batuque.
Uma Leitura dos Búzios
Até 12 de fevereiro de 2023
Sesc Vila Mariana
São Paulo, SP, Brasil
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