Publicado en Tramoya 2.0 noviembre 2018, en el marco del taller de Formación de espectadores/ Jóvenes periodistas que se lleva a cabo desde el 2017 en el TNA- TNC. Coordinado por Sonya Jaroslavsky, Ana Durán y Leni Gonzalez.
Periodista: Joaquin Fioroni
Foto de portada: Sol Levinas
Marilú, te traje a una frase.
A ver…
“Cuando cae el telón, antes de llegar al camarín, hay un instante en que uno no es nadie. Es un placer inimaginable. Voy a intentar deslizarme al más allá a través de alguno de esos agujeros.” De tu amigo, Copi. ¿Te pasa?
(Se ríe). Si, sí. Pasa. Pasa muy seguido. Justamente es ese momento donde uno abandona el espacio del escenario y volvés a lo que llamamos realidad. No sé qué será esa realidad, pero hay un momento en el que estás en un vacío. Es saludable. Pero es también vertiginoso porque no entendés muy bien dónde estás. No sabés muy bien. Tal vez sea una posibilidad de tener asombro, como dice nuestro amigo Hugo Mujica.
Estamos en esos instantes donde uno no es nadie.
Marilú subió la escalera de caracol que lleva a los camarines del primer piso y dejó tras de sí el hábito de Santa Teresa de Ávila (personaje con el que fantaseó interpretar desde las épocas del Di Tella), el eco de los aplausos (que todavía retumban en los pasillos del Cervantes) y una sala Maria Guerrero desbordada e invertida (la puesta, bajo el ojo de Oria Puppo, invierte el espacio escénico dejando a los actores en la platea y al público sobre el escenario). Ya en ese limbo (el camarín), Marilú improvisa un turbante (hay algo de un desinteresado y natural divismo) y se presta al juego de la entrevista.
Sé que te gusta mucho el psicoanálisis. Y que, a veces, los personajes te sirven para el análisis. Teresa, ¿a qué lugar del auto conocimiento te lleva?
Teresa me lleva a la realización del deseo. Pienso que ella es alguien que luchó, que toda su vida la vivió para eso, para realizar un deseo. Para tratar de corporizar algo de su alma. Como darle músculos al alma, ejercitarla. Crearla. Hacerla presente cada día y eso es lo maravilloso en ella. No hay abandono de su deseo. No sé, a pesar de sus enfermedades, de tener problemas con la inquisición y con el poder, busca la manera de realizarlo. Y siempre a través de algo en lo cual está presente no un quiebre, sino un cómo encontrar el camino. A lo mejor encontrar ese camino sea poder deslizarse en esos agujeros de los que habla Copi.
Marilú teje sus palabras usando otro limbo, lingüístico. Entre el francés de Baudelaire y el español rioplatense de la década del 50, algo en su decir remite a una dualidad del sentido, hay un mastique de las palabras que despierta un interés extra.
Y hablando de deseo, el deseo de hacer esta obra estuvo en vos muchísimos años.
Mucho, sí, muy muy fuerte. Muy desde que trabajábamos con Roberto (Villanueva) sobre Las Bacantes.
¿Siguen vivos los 60 en algún lado?
Siguen vivos en el anhelo, en las ganas. Estamos viviendo una realidad social y económica tan distinta a lo que vivíamos en ese momento. Nosotros tuvimos una beca. Fueron décadas de explosión, de rompimiento. Dionisíacas. Dioniso siempre rompe.
Miguelito Abuelo
Claro, Miguelito Abuelo iba a ser Dioniso.
Vengo tejiendo una teoría agarrradísima de los pelos en torno a él.
¿Ah sí?
Sí, que la Marilú del “Marinero Bengalí” (tema de Los Abuelos de la Nada), ¿sos vos? Esa, la de “dónde está mi Marilú ú ú”.
Algo hay, algo hay (se ríe, con algo de complicidad y picardía).
¿Algo hay en serio?
Sí, sí, sí. (Pausa). Porque Miguel tenia un grupo y yo, en ese momento, vivia con Carlos Cutaia, que fue después el teclado de Pescado Rabioso. Y ellos habían hecho con Pomo, el batero, y Cutaia, un trío, El Huevo. Hicieron varios recitales. (Desglosa nombres de grandes del rock como quien no quiere la cosa)
Y Marilú es por vos, te lo dijo algún día, ¿lo sabés?
Ahí anda, ahí anda.
Hay una historia que no nos va a contar. Lo dejamos ahí volando.
Lo dejamos volando. (El clima se torna dulzón, como si Dioniso pasara por ahí y nos dejara un ratito en silencio). No, bueno – retoma- te digo era un momento. Era ese momento. Un momento de mucha expansión. Pensábamos que podíamos cambiar algo.
¿Y qué pasó con eso?
Y…. sigue vivo en la realización. Esto es un deseo. No va a cambiar nada. Pero a lo mejor va a remover un poco el alma de la gente.
Inédita e imposible una puesta así en los tiempos que estamos viviendo, de vaciamiento cultural.
Sí, es un festejo. Una celebración poder hacer esto.
La obra cuenta con doce actores en escena, música y participación (en varias de las funciones) de Julieta Venegas cantando en vivo, una escenografía rupturista, sobre uno de los únicos tres escenarios giratorios de la Argentina. Además, el TNA-TNC es uno de los pocos teatros del mundo que siguen funcionando como “fábricas teatrales”: vestuario, diseño de luces, utilería, escenografía, todo se realiza por y para el Cervantes. Los textos son de Santiago Loza e Inés Garland, la dirección de Alejandro Tantanian y la participación de Hugo Mujica, haciendo de sí mismo.
Alejandro Tantanian:
Amistad. Y mucho entendimiento en el trabajo.
Hugo Mujica: ¿están actuando de sí mismos en escena o…?
En la particular situación en la que estamos con Hugo, yo no me siento actuando. Tengo sí una máscara, como la máscara que tenemos todos constantemente en la vida. Pero siento que hay algo que me renueva todas las noches y que me propulsa después al resto de la obra. No es por masajearle el ego a Hugo Mujica pero es muy enriquecedor lo que se dice. Y a mí como actriz me abre el imaginario. Porque nosotros como actores, y aparte de este cuerpo que tenemos, devenimos y somos otros por un momento. Con el mismo cuerpo y sabiendo que somos nosotros, pero durante una equis cantidad de tiempo vamos no a transformarnos sino a ser otros.
Marilú Marini, como actriz, encarnando a una mística, Hugo Mujica como poeta, encarnando este debate poético y filosófico. ¿Qué pasa con actuar lo metaficcional?
Es muy fuerte. Tiene potencia que te da, tenes que tener energía para poder asumirlo, para poder meterte. Pero al mismo tiempo te alimenta, te alimenta muchísimo. Y actuar, eso es un juego también. Es otro juego de los juegos del teatro. No sale del lenguaje. Está en el lenguaje. No es problema, hay que decidirse nada más (y sonríe).
¿A qué imaginario recurrís para componer a Teresa?
Recurro a la alegría de cuando, a veces, sentís que algo es. Sobre todo recurro a sentirme en el estado que más me gusta, el de estar maravillada de algo, asombrada de algo.
¿Admirás a Teresa?
Sí. A mí se me hace imposible actuar un personaje sin amarlo. Aunque sea el villano, la cosa más terrible del mundo. Cuando actúe Caliban en La tempestad, yo amaba ese monstruo. Con Teresa, por supuesto. La amo. La amo porque me parece un personaje lleno de vida. Y está siempre esperando más de la vida y pidiendo estar más presente. Es uno de los personajes que siento que me va a dejar un recuerdo maravilloso, no solamente por haberla interpretado. Pero no. No, no la interpreto, el actor no interpreta, el actor es esa persona. No sé si existen los personajes… Porque sucedió algo muy hermoso, en el sentido de que todos convergimos en el deseo. Todos los que estamos convergimos en el deseo de plasmar ese deseo. Y lo que no se ve: el que cosió la ropa, el que pensó hasta el último detalle de utilería. Hubo un momento realmente de celebración para hacer este espectáculo. Y eso es algo que tenemos todas las noches con nosotros y no es mera situación de encantamientos… No, hay algo profundo. Hay algo profundo y alegre. Hay algo que no es solemne. No estamos todos en (arrastrando exageradamente las vocales, en tono burlón) “ay, vamos a hacer Teresa de Ávila, tenemos que arrodillarnos de mañana a la noche”. Hay algo que nos convierte en humanos, en las ganas de ser.
Sí, estamos siempre en construcción.
¿Sos una actriz aún en construcción?
¡Seguís, siempre seguís construyéndote!
¿En lo concreto?
Hago eutonía. Leo, muchísima lectura. Entreno la voz. Tener y estar en buena salud. Trato de ir al teatro, acá soy muy fan de Bartis. Y de tanta gente talentosísima y maravillosa: Erica Rivas, Lorena Vega, Diego Velázquez, Valeria Lois. Sigo en construcción, entrenando. Entreno tener lo más disponible el cuerpo a lo que me puedan llegar a pedir como actriz.
Como deslizarse por esos agujeros.
Claro, ese deslice. Entrar y salir a través de ellos.