La “nueva mirada” de los medios: otra vez vainilla

Había una vez un chico que cada vez que iba a comprar helado para sus hermanitxs volvía con un kilo de vainilla. Lxs chicxs le pedían por favor, por favor, por favor, que trajera más sabores, cualquier otro sabor, porque estaban aburridxs de comer siempre el mismo helado. Pero él les respondía que no. “¿Qué quieren?”, les decía. “¿Que traiga una cucharadita de cada sabor?”. No, claro que no querían eso. Pero tal vez, creían, sería posible no traer solamente vainilla. Pero el tipo no la entendía. Era vainilla o nada. 

Los productos de la industria cultural suelen darnos siempre lo mismo, siempre vainilla. La razón es simple: la mayoría del público prefiere X, ¿entonces para qué gastar recursos en preparar distintas cosas? En vez de hacerse lío, nos ofrecen el mismo objeto con distinto disfraz. Así nacieron las fórmulas de las series de comedia, de las canciones pop y las películas de Hollywood. Y así, claramente, nacieron las revistas tradicionales para mujeres. 

Hace pocos días, Mujeres que no fueron tapa hizo un posteo de Instagram dedicado a la tapa de junio de la revista Marie Claire, que lleva como título principal la (aparentemente) revolucionaria frase “La nueva mirada”. ¿El veredicto? Más vainilla. @mujeresquenofuerontapa describe a las actrices que ilustran esta supuesta mirada renovadora: “Cinco mujeres jóvenes, delgadas, sexualizadas, editadas, quietas, bocas a medio abrir, amontonadas, etc. etc. nuevo no se ve nada”. Como contraste, tenemos la portada imaginaria que armó la actriz y directora del NÜN Teatro Bar, Karina Hernández. En la revista ficcional Ojalá aparece su foto en tapa con el titular: “Las nuevas miradas. OH! Es GORDA!”. 

Las tapas del debate

Esta “nueva mirada” es, a los ojos de todos los mortales, invisible. Algunas de las actrices de la mentada tapa salieron a decirlo y a pedirle a Marie Claire que cambie. “Al momento de aceptar no fui consciente de que estaba aceptando ser parte de una tapa que lejos está de ser lo que proclama… sigue promoviendo cánones de belleza hegemónicos, estereotipando a las mujeres, dejando de lado a una gran mayoría por no alcanzar ese estándar”, dijo Cumelen Sanz. Cosas similares publicaron Ornella D’Elia y Ailín Salas.

No es que la tapa de Marie Claire haya sido especialmente ofensiva, en mi opinión. Es la vainilla nuestra de todos los puestos de diario. Tal vez las sensibilidades estaban especialmente agudizadas contra la gordofobia, porque, entre otras cosas, nos acabábamos de desayunar con que la idea de que hay un acto revolucionario en que la bella, blanca y radiante Kate Winslet haya decidido mostrar en televisión su panza no-plana y su piel no-perfecta. Un titular de El País, también recuperado por Mujeres que no fueron tapa , dice así: “Por qué nos gusta más Kate Winslet gorda y vieja que musa del Titanic”. 

La nota no es tan aborrecible como su título lo indica; tiene algunos puntos rescatables y el que me interesa resaltar a mí es la idea de que “la belleza y la verdad fueron siempre la misma cosa”. Neil Labute habla mucho de la verdad en su obra Gorda (que, paradójicamente, justo antes de la pandemia iba a protagonizar la misma Kari Hernández, dirigida por Emiliano Dionisi). En esa obra, Helen, la “gorda” del título, es “muy buena con la verdad”. ¿Por qué? Porque no tiene miedo de, sálveme Dios, ser gorda (aunque nunca dice la palabra “gorda” en toda la obra, dato de color). Helen es gorda y punto. Esto parece ser un problema para todo el resto del mundo, que se contorsiona tratando de no decírselo a la cara, como si decir que alguien es gordo fuera decir que es una mala persona. No sé si iría tan lejos como para decir que la verdad siempre es bella y viceversa, hay artificios muy magníficos. Pero sí es cierto que los eufemismos son insoportables. Helen no es “rellenita”, “corpulenta”, “bien formada” o lo que sea: Helen es gorda. Como otros son flacos, bajos, altos, morochos, rubios, etcétera. No hay valoración moral en decir que una persona es “gorda”. 

O por lo menos no debería haberla. La realidad es que el mundo hoy en día parece dividirse entre lxs que usan “gordx” como insulto, y los que lo asocian con algún tipo de valentía especial (recuerden nomás lo mucho que se habló del coraje de Lena Dunham que se “animó” a desnudarse en cámara en Girls, serie que escribía, producía y protagonizaba, pero sí, su valentía se nota en cómo muestra que tiene panza). Y por supuesto, también está la valentía de las marcas o revistas que se animan a poner gordas en sus fotos. Aunque sus intentos de inclusión sean tan torpes como las botellas con forma de “distintos cuerpos” de Dove. Esa es la clásica idea marketinera de inclusión “uno de cada”, que conocemos tan bien de los intentos yanquis de inclusión racial (te pongo un blanco, un negro y un chino, ¿okay?). 

Lena Dunham en “Girls”

Pero creo que cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de que eso no es inclusión, ni diversidad, ni nada que se le parezca. No hay que ser un genio de los negocios para entender que cuando el público te dice que está aburrido del helado de vainilla, no te está pidiendo una muestra proporcional de cada helado de la heladería. Solo te está pidiendo que varíes un poquito. Que no imagines la lista de helados dividida en dos: normal (vainilla) y otros (todo lo demás). Probá cerrar los ojos y apuntar aleatoriamente a un sabor. Sería estadísticamente imposible que todas las veces salga vainilla. 

¿Cuál es el punto de todo esto? Aprovechar la oleada y tratar de hacerle llegar un mensaje a la gente de Marie Claire y demás personas y medios del palo. Les sugiero que dejen de tomarnos por boludxs y darnos siempre lo mismo diciendo que hay una “nueva mirada”. Les sugiero a las agencias que mezclen todos los perfiles de todxs sus modelxs y lxs elijan al tuntún. Les sugiero que dejen de organizar los cuerpos entre “normativos” y “otros”. Les sugiero a las marcas que empiecen a hacer ropa para modelos en talles distintos al cero (y de paso les sugiero a las marcas argentinas que se pongan a leer la recién reglamentada ley de talles, cof cof). Les sugiero que dejen de elegir vainilla y mirarnos con cara de “ay, qué distraída” cuando les decimos que les falta diversidad.

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