Hace muchos, muchos años, el 4 de enero de 1938, se inauguraba La Casa del Teatro de Buenos Aires. Una entidad inspirada en la Casa Verdi de Milán, que desde entonces, proporciona albergue y asistencia médica a sus asociados. Digamos que los sindicatos no estaban muy duchos en ese momento, y actores, actrices y laburantes relacionados a esta disciplina, de más de 15 años de trayectoria artística y 65 años de edad, no sabían donde caerse muertos. Suena fuerte.
Pero para aquéllos que perdieron su hogar, o para quienes nunca lo han tenido, qué mejor lugar para vivir que en las entrañas de un teatro y rodeados de compañeros “de la misma especie” para seguir compincheando.
El edificio, es épico. Tiene 45 habitaciones, 2 pequeños museos, el Templo de San Marcelo, un colegio anexado y la pieza principal, el Teatro Regina. Debe su nombre a la soprano lírica, primera dama y referente cultural de la época: la institución es obra de Regina Pacini de Alvear.
Y la actividad de La casa no cesa. Todos los años otorga el prestigioso Premio Florencio Sánchez, a la labor teatral en 10 rubros y menciones, con diploma y estatuilla original.
Los lunes y martes de octubre y noviembre funciona el ciclo Teatrísimo -a la gorra- el principal sustento de La Casa del Teatro, con la puesta en escena de obras en proceso, teatro leído y semi-montado. Y para el período de vacaciones de invierno, abre sus puertas a la Feria de los Artistas. En la que se ofrecen trajes, sombreros, guantes, bijouterie y objetos de todo tipo, donados por artistas y visitantes.
Hace poquitos, muy poquitos días, tuvimos una visita especial y parece que ahora el programa “Yo me comprometo con La Casa” tiene un padrino. El mismísimo Robert De Niro pasó por Argentain, y grabó su videito para contribuir con la causa.
Quienes quieran visitar no lo duden, y quienes quieran sumarse, pueden hacerlo:
-ingresando a la página www.casadelteatro.org.ar y completando los formularios
-enviando un mail a [email protected]
-llamando al 4784-2525.
“Cada hombre tiene su propio destino” dijo alguna vez Michael Corleone; el Teatro tiene su propia casa.