Una de las obras que se alzó con la mayor de las expectativas en esta 11va edición del Festival Internacional de Buenos Aires fue Five easy pieces del director de teatro y cine suizo Milo Rau. La controversia que generaba saber que un grupo de niños actores de entre 8 y 13 años se iba a encargar de llevar a escena la historia del asesino de niños belga Marc Dutroux, hizo acercarnos al Centro Cultural 25 de Mayo con curiosidad y nerviosismo a la vez.
La propuesta de Rau y su productora International Institute of Political Murder (IIPM), es más bien performática. Los niños esperan a que nos sentemos y acomodemos en nuestras butacas, mientras conversan entre ellos, saludan a algunos conocidos que ven por el público, se hacen chistes. Están en situación de espera relajada, sin entrar en código de actuación aún. La obra arranca con un prólogo: un director de casting adulto presenta a los niños actores que veremos actuando pronto con nombre y apellido y les va realizando preguntas generales acerca del teatro, la actuación y algunas figuras conocidas de la historia de Bélgica. Muchos nos muestran otros talentos además de la actuación: el canto, el baile, la música.
A partir de un “¿empezamos?”, una de las niñas apura a los demás a terminar con las biografías y arrancar esta historia que quieren contar. A lo largo de la obra veremos a los niños jugar a ficcionalizar fragmentos de la Historia belga, replicados por unos videos que muestran la misma situación pero con actores adultos; interpretar personajes involucrados en este aterrador relato -un oficial de policía, el padre de Marc Dutroux, una de las víctimas, o los padres de una niña asesinada- a partir de entrevistas que se proyectan en el momento en que la actúan, y servirse uno a otros de técnicos para llevar a cabo esta grabación en vivo. La pantalla en el medio del escenario tiene un lugar predominante, y toda la disposición escénica está al servicio de ella, relegando un poco lo específicamente teatral. Incluso, cuando proyectan los monólogos, bajan las luces de la sala y los actores se ponen en ángulos en los que no les puede ver bien más que en la proyección. Esto nos pone en un lugar de interpretación distinto a otra forma de teatro posible que no se valga de este recurso.
Cabe destacar que nunca entran por completo en el código de actuación, así como sucede al comienzo. No buscan comprometerse definitivamente con un personaje ni con la puesta en escena total de una obra, sino que entrarán y saldrán en varios personajes y harán sólo fragmentos de escenas posibles. El único que se mantiene (en escena) siempre en el mismo rol es el adulto. La aclaración de que lo hace en escena es intencional, ya que sí interpreta personajes los videos proyectados. Esto nos permite a los espectadores comparar en paralelo y poner la atención en qué pasa si algo lo hace un actor adulto y qué cuando lo hace un actor niño.
El programa de mano o el paratexto que figuraba en la página oficial del FIBA adelantaba: “¿Es posible interpretar la vida del asesino de niños Marc Dutroux, el más infame criminal de Bélgica, con niños? ¿Cómo pueden ellos entender el verdadero significado de la narrativa, la empatía, la pérdida, el sometimiento, la vejez, la decepción o la rebelión? ¿Cómo reaccionamos si los vemos actuar escenas de violencia o de amor y romance? (…)”. Lo cierto es que a medida que fue avanzando la misma, nos pareció que estas preguntas quedaban muy ambiciosas. Por el contrario, desde el distanciamiento mismo de ver un ensayo de prueba y error en escena, podríamos decir que la obra toca todos los temas con sutileza intencional. El ejemplo más claro de esto es cuando el director de casting le pide a uno de los actores, que en ese momento hace del padre de un víctima, que llore. Y como no puede, le acerca algo para que se ponga en los ojos que le genera lágrimas.
No dejan de existir algunos pocos puntos álgidos de tensión, especialmente en el monólogo de la actriz Rachel Dedain que interpreta a una de las víctimas de Dutroux en el que profiere una carta a sus padres, escena para la cual le piden que se quite el buzo y los pantalones – lo que incomoda al espectador, sin lugar a dudas-. Sin embargo, ganan mucho más los momentos espontáneos de risas entre los niños y el director de casting, o que una de ellas cante sin relación aparente con la situación dramática – y aligerando aún más la tensión- una canción de Rihanna. Y aquí está lo que presenta Five easy pieces en constante contraste: el festejo de la inocencia, la alegría genuina y los ideales propios de los niños como caballo de batalla ante el terror.
Ficha técnico artística
Dirección: Milo Rau
Autoría: Milo Rau
Dramaturgia: Stefan Bläske
Texto e interpretación: Rachel Dedain, Aimone De Zordo, Fons Dumont, Arno John Keys, Maurice Leerman, Pepijn Loobuyck, Willem Loobuyck, Blanche Ghyssaert, Polly Persyn, Lucia Redondo Peter Seynaeve, Pepijn Siddiki, Elle Liza Tayou, Winne Vanacker, Hendrik Van Doorn, Eva Luna Van Hijfte
Interpretación en video: Sara De Bosschere, Pieter-Jan De Wyngaert, Johan Leysen, Peter Seynaeve, Jan Steen, Ans Van den Eede, Hendrik Van Doorn, Annabelle Van Nieuwenhuyse
Asistente de dirección y entrenamiento de intérpretes: Peter Seynaeve
Responsable del elenco infantil y asistente de producción: Ted Oonk
Diseño de escenografía y vestuario: Anton Lukas
Investigación: Mirjam Knapp, Dries Douibi
Producción: Campo, IIPM
Sala: Centro Cultural 25 de Mayo
Duración: 90 minutos