Año nuevo, unos días de descanso y no pudimos evitar hacer un racconto de todo lo que vivimos el año pasado: festivales, proyectos, viajes, nuevos colegas y sobre todo ¡muchísimo teatro!
El verano ’16 arrancó a puro festival y pelopincho con Temporada Alta en Timbre 4, el clásico oasis citadino que tanto nos alegra los veranos porteños con una ráfaga de teatro catalán. Empezó el otoño y por primera vez, Farsa Mag fue invitada por el Instituto Nacional de Teatro a cubrir la Fiesta Nacional de Teatro en Tucumán. La nueva gestión de Marcelo Allasino a la cabeza del INT se hizo sentir y la fiesta fue un lujo. Diez días viendo obras de todo el país, percibiendo las diferencias de producción teatral de cada provincia y aprendiendo de la mano de colegas que nos apadrinaron como medio joven y nos abrieron tantas otras puertas. Así llegó la invitación a cubrir el Festival de Rafaela y luego el Argentino de Artes Escénicas en Santa Fe. Ampliamos nuestros horizontes y empezamos a tejer redes sumando nuestro granito de arena para federalizar el teatro.
Vimos más de cien obras de todo el país y recomendamos, como siempre, lo que consideramos que se destacó del panorama teatral. De Córdoba flipamos con Bufón de Luciano Delprato, con la genial Julieta Daga, actriz revelación. La verdad de los pies. Estudio equívoco sobre el comportamiento humano de Jazmín Sequeira fue otra propuesta cordobesa posmo-trash que nos sacudió de lo lindo. La Zaranda, Teatro Inestable de Andalucía la Baja (España) se presentó en el Cervantes con El grito en el cielo, una ametralladora de las imágenes más bellas, una puesta con una fotografía de-li-cio-sa y un impresionante manejo de recursos.
De Rio Negro, morimos de amor con Ensayo ruso. Compendio de inquietudes de Darío Levin, por su genuina simpleza, humor y sensibilidad. De Rosario, Representación nocturna del marqués de Sebregondi, una pieza oscura y tremenda de la mano de la Sociedad Secreta de Actuación; posiblemente la obra de mayor calidad estética que vimos afuera de Buenos Aires. De Tucumán, La Lechera de Carlos Correa nos cautivó, como lo hicieron las maravillosas Carolina Sancho y Lala Vega en La edad de la ciruela dirigida por Guillermo Troncoso de Neuquén.
Y la cartelera porteña por suerte nos regaló varias perlitas maravillosas que consideramos como las imperdibles del año. El Buluú de Osqui Guzmán nos hizo ovacionarlo de pie cada vez que lo vimos, y tuvimos el privilegio de entrevistarlo, lo que aumentó un toque nuestro nivel de admiración hacia este tremendo artista. Otras imperdibles fueron Todas las cosas del mundo de Diego Manso y Decadencia de Steve Berkoff, ambas dirigidas por Ruben Szchumacher, que fueron clases magistrales de teatro, TEATRO. Y si de buenas actuaciones hablamos, las más desopilantes fueron las de Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty y Susana Pampín, enormes actrices de Tarascones, que estalló con el agudo texto de Gonzalo Demaría, bajo la gran dirección de Ciro Zorzoli. Y para rematar este puñado de obrones, cerramos el año viendo Campo Minado de Lola Arias, una puesta sin igual que cala hondo y que nos dejó con las ganas de volver a verla mil veces más (por suerte vuelven a Buenos Aires para la segunda mitad del año).
A Matías Feldman lo venimos siguiendo hace rato con su Proyecto Pruebas, viendo su evolución en partes sueltas por Bravard o El Perro. Y fue un notición que lo convocaran como artista residente del Teatro Sarmiento, donde no sólo presentó sus primeras cuatro pruebas (qué linda panzada de domingo nos dimos, ¡volvimos a ver todo!), sino que está gestando su nueva creación ahí adentro. De lo más relevante a nivel de investigación y experimentación teatral hoy en Buenos Aires. Y como si esto fuera poco, nos regaló Pasolini dentro del hermoso Ciclo Invocaciones, una locurita genial que captó la esencia de Pier Paolo con maestría.
Las ideas de Federico León fue el climax de la paradoja de la representación, haciéndola estallar -literalmente- en nuestras caras. Otra obra que estalló por los aires -y por los escenarios de varias partes del país- fue Todo Piola de Gustavo Tarrío. También en gira vimos La Denuncia de Rafael Bruza y dirección de Claudio Martinez Bel, alucinante comedia del arte criolla que nos voló la peluca de la risa. Otros que nos hicieron reír fuerte, fueron los geniales Sutottos con su miedo a todo en Inestable. Constanza Muere de Ariel Farace fue el hit de los festivales, con Analía Couceyro que fue todo, todo, todo, todo, todo, to-do.
Una obra que nos pasó por arriba como una topadora fue Descenso de Jorge Eiro y su troup, que nos atravesaron con una intensidad inusitada. La crueldad de los animales, y una vez más Mi hijo solo camina un poco más lento, ambas dirigidas por Guillermo Cacace, se destacaron por su interesante propuesta escénica, despojada y distanciada, que nos tocó de cerca.
El 2016 fue un año en el que la figura de la mujer ganó terreno tanto arriba del escenario como del lado de la dramaturgia y dirección. En la Fiesta Nacional, con otras colegas como Gisela Ferraro de Mendoza, pusimos de relieve la temática de género que atravesó muchas obras a lo largo y ancho del país, y el intercambio que esto generó, fue muy enriquecedor. Las creadoras que destacamos de Buenos Aires (además de Lola Arias que ya mencionamos arriba), son Maruja Bustamante, que reestrenó una versión recargada de la genial Adela está cazando patos, Lorena Romanin que sorprendió con su bellísima obra Como si pasara un tren y las hermanas Paula y María Marull que pisaron fuerte con La Pilarcita, Yo no duermo la siesta y Los Ojos de Ana.
Por el lado de los musicales, es imprescindible mencionar a Los Monstruos de Emiliano Dionisi y Martin Rodriguez que se convirtió en el suceso del año y, obvio, se llevó todos los premios. Y la producción que nos hizo enloquecer fue The Rocky Horror Show con el capo de Peloni a la cabeza que sorprendió a todos, y con su joven director Andie Say; el furor de las groupies hizo estallar cada función y prometen volver en el 2017.
Para cerrar este recorrido anual, las perlitas sorpresa que nos quedaron rebotando hasta el día de hoy fueron La vida breve de Nahuel Cano y Esteban Bieda que lograron una sinfonía ruso teatral muy interesante, Prueba y error de Juan Pablo Gomez que nos voló la cabeza por su uso del espacio y su interesante y sutil planteo de un tema muy delicado, y Farra de Ana Gurbanov y Virginia Leanza, la gema escondida en el fondo del mar.
Para rematar este año bien arriba, tuvimos el apoyo de la comunidad teatral y de un puñado de grosos teatros porteños en la campaña de financiamiento colectivo que hicimos en Ideame para desarrollar FarsaAPP. Y como frutilla del postre, el INT sumó un muy valioso apoyo para hacer realidad la primera aplicación teatral para celulares. Así que agarrate 2017, que ya estamos cocinando esta nueva app farsera. ¡Gracias a todos!