Cuando los militares pusieron la bomba en el Teatro El Picadero yo tenía apenas 7 años. Mi familia estaba conformada por mi hermano Sebastián, mi mamá María Ibarreta, y su pareja por aquellos años Chacho Dragún, gestor del valiente movimiento Teatro Abierto. Hacía un tiempo nos habíamos mudado a un antiguo departamento del barrio de Once, cuando en la madrugada del 6 de agosto de 1981 sonó el teléfono, interrumpiendo el sueño de todos. Llamaban para dar la trágica noticia, El Picadero ardía en llamas.
Una semana antes se había iniciado en esta sala un ciclo de 21 obras breves, dirigidas por 21 directores distintos y con la participación de más de cien actores. Inmediatamente nos dirigimos hacia el lugar. Conservo en mi memoria esas imágenes, la cantidad de personas agrupadas, el clima de hermandad, la sensación de estar siendo partícipe de un hecho histórico. Recuerdo que los bomberos acudieron al lugar, pero que no había agua. Eso para mi significó el terror, la ruptura de toda lógica. Pero en medio de lo absurdo, de lo despoetizadamente absurdo, Chacho comenzó a dar un discurso que contagió a todos de esperanza. Su voz era casi un grito, un grito de lucha y resistencia.
31 años después, en la noche del 22 de mayo, las puertas del Picadero se reabrieron como un gesto de justicia.
Asistieron al evento distintas personalidades del quehacer teatral, como Patricio Contreras, Graciela Dufou, Roberto Ibañez, Enrique Pinti, Mario Pasik, Georgina Barbarosa, Alejandra Darín, Lucrecia Capello, Rubens Correa, Leonor Manso, así como también representantes de nuestra cultura, autoridades porteñas, y empresarios.
“Este teatro vuelve con la plata que me dio el teatro” aseveró el empresario teatral Sebastián Blutrach, e inmediatamente la sala entera coincidió en un cálido y agradecido aplauso. Luego de un breve discurso por parte del empresario y actual director de la sala, se proyectaron imágenes de Teatro Abierto. Subió al escenario Roberto “Tito” Cossa, muy conmovido como todos los presentes: “La realidad es que se me cayó un discurso. Tener que hablar yo luego de ver y escuchar a compañeros que ya no están es una gran responsabilidad” y aclaró, “pero lo bueno es que soy autor, y Teatro Abierto fue una idea de autores.”
Una idea de Osvaldo Chacho Dragún, un ferviente defensor de la libertad sin ningún tipo de censura: “la verdad de cada uno es la verdad de cada uno, y no la verdad de todos”, solía repetir. Teatro Abierto fue un movimiento de resistencia cultural y colectivo, una manera de hacerle frente a la dictadura con lo que uno sabe hacer: Teatro. Tito Cossa expresó que con la llegada de la democracia, se había dado cuenta de que el círculo no estaba cerrado, faltaba algo, “no habíamos hecho lo posible para recuperar El Picadero.”
En el año 2007 se impidió que lo demolieran, pero esto no era suficiente. La historia tuvo que esperar que se encontrara con Sebastián Blutrach para que Cossa le hiciera el pedido pendiente: “Ayudame a conservar algo de la memoria“. En la noche de la inauguración, Cossa se animó a otro pedido, pensando no sólo en el pasado, sino en el presente y el futuro: “Sebastián” dijo, “dale un lugar a los autores argentinos” y la sala entera volvió a coincidir en un solo aplauso.
Tras el atentado, potenciaron Teatro Abierto y lo convirtieron en un mito; cuenta Cossa que en la actualidad recibe a investigadores de todo el mundo, incluso jóvenes que ni siquiera habían nacido en aquel entonces. “Ahora sí; con otro proyecto, como es natural, pero ahora sí se cerró el círculo” concluyó Cossa. “Este es un trabajo en equipo” coincidieron Blutrach, Cossa y Lombardi.
Y ahora lo comprendo mucho más que a mis 7 años, claro: un equipo que se formó hace 31 años y que resistió desde esa oscura noche.
Las palabras de Dragún tenían que ser fuertes porque debían escucharse hasta esta noche, y tal vez por eso mismo es que Cossa pudo darse el lujo de que “se le caiga el discurso”, porque ahora el Teatro El Picadero está de pie, y todos podemos descansar, porque la tarea está cumplida, todos podemos seguir soñando, en especial aquel sueño de mi infancia que fue interrumpido con la nefasta noticia a mi temprana edad de 7 años.
A la memoria de Chacho Dragún.