Crónica de una fiesta anunciada

Último día del MIRADA a puras artes escénicas en Brasil. Emprendo una mini gira con Dual Cena Contemporánea, compañía de danza de São Paulo, que tiene función despedida en Bertioga, una playa que forma parte de la Baixada Santista por la que se extiende el festival. La aventura es la frutilla del postre que este maravilloso evento nos regala.

11am. Nos encontramos con el elenco y equipo de producción en el Novotel de Santos, cargan vestuario, máscaras, instrumentos y utilería al mini bus que nos va a llevar 40km hasta un pueblito hermoso con predio sobre la playa donde a la tarde habrá función de Chulos, una obra de danza y música que recupera la tradición brasileña de la Folia de Reis.

Llegamos cerca del mediodía y mientras el elenco hace un reconocimiento del predio tipo galpón abierto sobre la playa y prueba sonido, yo aprovecho para visitar el primer fuerte de Brasil, São João, que está justo al lado. Tremenda vista: clásica postal con barquitos pescadores de colores en el mar, pájaros revoloteando y chiringuitos que venden choclos con manteca, açaí con banana y jugos de fruta. El sol pega lindo y el hambre nos pica a varios, así que encaramos para un restaurantcito recomendado por la gente local y nos deleitamos con una tradicional feijoada y una Skoll bien helada (salió versito y parece publinota pero no, solo intento capturar el verdadero espíritu de la escapada).

16.30 Estamos en la Casa de Cultura de Bertioga donde el elenco se prepara para la función de las cinco. Maquillaje, vestuarios coloridos, pantalones con flecos, máscaras, polleras estilo folk brasileño, chalecos bordados. Tambores, acordeón, violín y sonajeros caseros armados con latas de conserva. Uno de los bailarines no tiene piernas, baila sobre una mini platataformita sobre ruedas. Otro elonga y me siento en un ensayo del Colón. Hacen un breve ensayo con música, tiran pasos y saltos tipo capoeira y la motivación crece, dan ganas de bailar. ¡Qué empiece el show!

Chulos es un espectáculo callejero pensado para que la gente acompañe el cortejo de los intérpretes mientras van llegando cantando y luego rodeen la acción. Hay un picadito futbolero en la playa que terminará pronto y los jugadores junto a varias familias empezarán a acercarse al escuchar la música. La obra empieza gris, con seres embolsados en telas oscuras que poco a poco empiezan a salir a la luz con sus flecos de colores y bailes con reminiscencias africanas. Se trata de los Tres Reyes Magos que peregrinan anunciando el nacimiento de un nuevo rey pero terminan siendo testigos del nacimiento de tres payasos enmascarados que celebran la renovación.

Las fiestas populares brasileñas siempre esconden ciertas fragilidades sociales y este espectáculo pone en primer plano lo que está por detrás del esplendor, cómo nace tanto color y baile de la oscuridad. La danza de los varones (Kleber Cândido, Diogo De Carvalho e Ivan Bernardelli) es intensa y hermosa, la plataformita con ruedas se desplaza por el espacio y el solo del bailarín Hélio Feitosa conmueve, el público agradece con un cálido aplauso (¿alguna vez se imaginaron poder bailar sin piernas?). Las mujeres (Flávia Teixeira, Renata Maciel y Mônica Augusto) son las músicas que marcan el ritmo y acompañan con percusión y canto, e incluso rapean.

En definitiva, la experiencia resulta en una pinturita para enmarcar, de la mano de una compañía que viene trabajando a partir de mitologías, fenómenos históricos y temas propios de la cultura brasileña. El público queda encantado y aplaude eufórico, varios se quedan charlando con el elenco, se sacan fotos y agradecen la experiencia. Y cómo no agradecer semejante despliegue en el paraíso.

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