El CPH Stage nació en el 2013 como una iniciativa de cuatro teatros de Copenhague – GROB, Husets Teater, Theater V y Sort/Hvid – que fueron también sede de las obras de esta edición, junto con otros 36 espacios que van desde The Royal Danish Theatre hasta otras modestas locaciones. Hoy es el festival más importante de teatro de Dinamarca.
Gracias al Programa Internacional del festival, en apenas tres días pudimos acceder a una variedad de trabajos que dejaron en claro qué está pasando hoy y hacia dónde se dirige la escena local danesa y de los restantes países nórdicos.
Una cuidada selección de 50 obras no verbales, de danza, obras en inglés, otras traducidas del danés al inglés y algunas subtituladas formaron parte de la propuesta inclusiva del CPH Stage para los no hablantes del danés. El festival también contó con algunas producciones internacionales invitadas.
Las Ideas:
“In radical times, we need radical thinking”
El Programa para Visitantes Internacionales arranca con todo en el abarrotado Nørrebro Teater. Ya estamos en la sala escuchando a Glynis Hall, Directora y Productora Ejecutiva de la agencia Glynis Henderson Productions de UK. Su mirada deja en claro que están las obras con las que se pueden hacer negocios y las que no, pero en las que decide invertir pese a saber que difícilmente le traigan rentabilidad. Es una apuesta por un arte disruptivo, quizás para una audiencia bastante más reducida, pero que es importante que encuentre su espacio porque lo que dice es relevate a nivel simbólico, artístico y social.
A su lado, Govin Ruben con lentes oscuros por lo que resta de festival. Joven y talentoso, el director de TerryandTheCuz, la escucha y cada tanto esboza una pequeña sonrisa. Cuando agarra el micrófono lo dice claro. Él, entre otros, es parte de los que envían miles de mails buscando la difícil financiación de sus proyectos para llevarlos por el mundo y amplificar su trabajo. Los mails de Govin y otros son los que a veces terminan en la carpeta de Spam de Glynis. ¿Qué golpe de suerte se necesita para pasar a la Bandeja de entrada?, pienso. Govin es de Malaysia y para financiar sus obras finalmente puso una lavandería con un amigo. Lo dice riéndose y todos nos reímos con él, reconociendo el costado oscuro de la producción, de las dificultades a la hora de conseguir el dinero para montar la obra que deseamos. Como sea, Govin le fue encontrando la vuelta. En este momento, se encuentra en Buenos Aires formando parte de una residencia artística en el Centro Cultural Konex, trabajando sobre su próxima obra que tratará sobre el amor en tiempos actuales.
Pienso en nuestro contexto argentino, el recorte de subsidios, la importancia de promover cultura más allá de que sea o no rentable porque su valor no está en lo económico y porque exigirle eso, y sólo eso, nos corre del eje de lo que realmente importa. Pienso, los gobiernos que entienden el poder transformador del arte y la cultura saben ya que los proyectos no serán necesariamente rentables, pero sí que deben ser significativos. Me pregunto entonces ¿qué es hacer teatro significativo hoy, a nivel local? ¿Y a nivel internacional? ¿Qué entienden los daneses por un teatro significativo? ¿Qué entiende el Estado de Bienestar danés por un arte significativo? ¿Transformador? Para mi sorpresa, parece que algunos artistas daneses se hacen las mismas preguntas porque el recorte de subsidios y fondos para arte y cultura han cruzado el charco y también ocurren en la Europa nórdica (y no solo), aunque claro que en otra escala.
La coreógrafa Tina Tarpgaard lo dejó claro en la apertura del festival: “In radical times, we need radical thinking”(En tiempos radicales, necesitamos un pensamiento radical). Se trata de tiempos urgentes, de gobiernos de derecha en ascenso a lo largo y ancho del globo, de emergencia ambiental como nunca antes en la historia de la humanidad, de refugiados a diestra y siniestra. Estamos en tiempos en los que el pensamiento crítico es imprescindible. La comunidad artística debe asumir la responsabilidad de su rol en este tablero contemporáneo, y para ello necesita a su vez de una audiencia que complete el sentido de la obra. El poder transformador del hecho artístico será en comunidad o no será. ¿Cómo atraer a la gente al teatro? ¿Cómo correr el teatro de “el teatro”? ¿Cómo salvaguardar ese espacio de construcción de sentido en comunidad en épocas de una crisis económica que arrasa a nivel mundial? ¿Cómo se hace?
También la crítica Monna Dithmer reflexiona sobre la escena actual y la necesidad de “ensuciarse las manos”. “¿Cómo re-inventar el teatro político?”, se pregunta. “Necesitamos nuevas palabras”. Quizás una forma de respuesta a este punto de tensión es la explosión de obras sumamente interdisciplinarias como un modo de romper con los esquemas clásicos de producción, anclados en la unicidad de la disciplina, de su modo de decir y de hacer existir la obra. Ahí donde hay empatía con lo distinto, hay comunidad, pluralidad de perspectivas. Se quiebra la lógica de la individualidad, de una especificidad que se pone fácilmente idiota y se cierra al dialogo con la diferencia.
La crítica, dice Monna, debe ser un catalizador de otro modo de hacer arte, y no seguir parada en ese pedestal desde el que sólo juzga a las obras y a sus artistas. Hoy se trata de otra cosa, y no hay tiempo que perder. La crítica también deberá colaborar, dialogando de par a par con el objeto que observa para potenciarlo, para de-construirlo y re-construirlo en comunidad.
Los hechos: remate de proyectos
La mañana viene cargada de información. Lo que se viene ahora es la aplicación práctica de ese ejercicio que más de una vez se explica en cursos varios de dramaturgia y storytelling.
“Imaginá que tenés sólo un viaje en ascensor para contarle tu proyecto a un productor mega famoso de la industria que podría financiártelo” Hasta hoy, esto había sido sólo un disparador de escritura y condensación conceptual.
En una especie de rápido desfiladero, los artistas de diversas disciplinas se van subiendo al escenario y presentan sus proyectos en proceso o terminados para conseguir financiación. Y sí, la regla de oro es que tienen sólo 5 minutos para hacerlo. Me resulta interesante escuchar qué pone en valor cada uno, también ver que con tal de realizarlo más de uno está abiertamente dispuesto a modificar “lo que la producción requiera”.
¿Dónde están los límites entre el arte y lo económico? ¿Cómo un factor puede determinar al otro?
Pienso, de nuevo, cómo la economía (su filosofía, su lógica de producción en todos los niveles de lo social) determina también el consumo cultural.