Muchos nos habremos desvelado, o peor aún, llenado la boca con la pregunta acerca de la función social del teatro. No curamos enfermedades, no construimos edificios. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Puro y simple regocijo de enormes egos? En muchos casos, puede ser.
Cardboard Citizens ensaya otra respuesta.
Sin anestesia, el nombre nos suena tan desconcertante como un cachetazo: Ciudadanos de Cartón. Nos obliga a plantearnos enseguida quiénes son puestos en el lugar de ciudadanos de cartón por sí mismos, por nosotros, por la sociedad (una manera elegante y desligada de decir una vez más “nosotros”).
Y es que Cardboard Citizens comenzó en 1991 con la idea de llevar el teatro a aquellos lugares y personas a quienes las artes, en general, no llegan. Eso es lo que atrajo a su nueva dramaturga estrella, Kate Tempest, quien escribió Glasshouse, la última obra con que los Ciudadanos están ahora en gira por albergues, centros de día y prisiones.
Fundada por Adrian Jackson, su actual director artístico, la compañía está formada por personas que están o han estado sin techo. Es pionera en el trabajo con el Teatro del Oprimido en el Reino Unido, y su puntapié inicial fue la necesidad de indagar en el efecto que el teatro puede tener para el público -en general-, y para aquellos que han sido relegados a los márgenes de la sociedad -en particular-.
Actualmente la organización ofrece talleres de actuación, de dramaturgia, de teatro de foro (un estilo de dramaturgia y actuación que enfatiza en el debate con el público), y mantiene asimismo diversos sistemas de guías y apoyo para los miembros de la Compañía, que los han ayudado a conseguir trabajos y vivienda, por nombrar sólo aspectos materiales. Gracias a su nueva embajadora, Kate Winslet, tienen ahora un techo en una nueva sede para albergar todas sus actividades. Y es que la popularidad de los “Citz”, -como se autodenominan-, creció inmensamente en el último tiempo, lo cual –lamentablemente- puede tener estrecha relación con la crisis económica que atraviesa la región, que hizo que el número de gente sin techo en Inglaterra creciera exponencialmente en los últimos años.
Hace más de dos décadas que este grupo demuestra que el trabajo y el compromiso son la mejor excusa para nuclearse en torno al oficio del teatro –para alejarnos del Arte con esas mayúsculas que a veces le quedan tan grandes- y así generar un cambio personal, social y político.
Y que lo demás -como me susurra un amigo- es cartón pintado.