Adiós a un imprescindible de nuestra cultura

Umberto Eco falleció el pasado viernes en la ciudad italiana de Milano. A los 84 años el filósofo, escritor, padre de la semiótica y agudo analista de los medios de comunicación (entre otras cosas), dejó un libro a punto de publicarse (Pape Satàn Aleppe. Crónicas de una sociedad líquida) e infinidad de sabiduría desparramada en novelas, ensayos y entrevistas donde siempre dejaba entrever su hondo sentido del humor y profunda agudeza intelectual.

Umberto Eco

Nacido el 5 de enero de 1932 en la ciudad piamontesa de Alessandría, asistió al colegio Liceo Clásico de la ciudad y se egresó del secundario con una tesis sobre las “directrices del pensamiento político italiano en la primera mitad del siglo XIX” por la que obtuvo la modesta calificación de “discreto”. Luego estudió Filosofía en Torino y se doctoró en 1954 con una tesis sobre la estética de Santo Tomás de Aquino. Tiempo después ironizó acerca de su progresivo alejamiento de la fe católica: “Se puede decir que Tomás de Aquino me haya curado milagrosamente de la fe.”

Ejerció como profesor agregado de Estética, primero en la Universidad de Torino y después en la de Milano, para luego continuar con su labor docente como profesor en la Universidad de Bologna donde ostentaba la cátedra de Semiótica. Su teoría consideraba que cualquier análisis debía basarse en la semiótica para poder interpretar cualquier fenómeno cultural como un acto de comunicación regido por códigos. En 1968 publicó su primera obra netamente de semiótica, La estructura ausente, que le llevó a su obra más completa sobre la materia, Tratado de semiótica general, publicado en 1975. Con Lector in fabula (1979), termina afirmando que la comprensión y el análisis de un texto dependen de la cooperación interpretativa entre el autor y el lector. Ninguna pavada.

Escritor de proliferas novelas como el best seller El nombre de la rosa (1980) traducido a veinticinco idiomas y por el que vendió millones de ejemplares o El péndulo de Foucault (1988) que después  del rotundo éxito de su primera novela fue esperado con ansias. Publicó también numerosos ensayos sobre arte contemporáneo, cultura de masas y medios de comunicación. Entre los más conocidos están Apocalípticos e integrados y Obra abiertaEste erudito se ocupaba con idéntico interés del estudio de la tradición medieval como del advenimiento de la cultura de masas, las redes sociales y hasta los cómics.

Intentar abarcar toda la obra de Eco es una pretensión ambiciosa. Irónico y con un marcado sentido del humor, era por sobre todo, humilde. No ostentaba su amplitud intelectual y mucho menos su prolifera carrera en el mundo de la cultura. Confeso admirador de J. L. Borges, se puede entrever un homenaje al escritor en El nombre de la Rosa con el personaje del bibliotecario ciego Jorge da Burgos.

Este martes su despedida se celebrará en Milano, en un acto civil en el Castello Sforzesco, según los deseos laicos del propio Eco. Allí darán el último adiós a su cuerpo para seguir manteniendo con vida su infinita labor intelectual que seguirá resonando como un eco en toda nuestra cultura.

Como bien lo definió uno de sus alumnos: “Era un sabio que conocía todas las cosas simulando que las ignoraba para seguir aprendiendo”.

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