“En el principio, era el Verbo”. La literatura, la transmisión de historias, es una práctica ancestral y nació con la oralidad antes de ser escritura. El teatro, como representación de esas historias, es otra práctica que nos venimos enseñando de generación en generación, y que nació como un rito en el que los mitos se hacían carne. Desde entonces, el teatro necesita de actores, escenografía, técnicos, iluminación y, sobre todo, público.

Para cuestionar esta estructura arquetípica llega TeatroSOLO, el nuevo proyecto del multifacético artista Matías Umpierrez, director de cine, teatro y video-arte, dramaturgo, curador, compositor y, como si fuera poco, actor. Se trata de 5 performances (¿pequeñas obras, intervenciones urbanas?), en 5 puntos diferentes de la ciudad de Buenos Aires.

En lugar de un teatro de la calle Corrientes (o sus primos off de Almagro o Palermo), TeatroSOLO se presenta en una estación de subte, un departamento privado, el Museo Malba, la Casa de la Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y el “detrás de escena” del Teatro Presidente Alvear.

¿Qué queda del teatro sin la sala, sin los espectadores, sin escenografía y sin telón? Queda el teatro. TeatroSOLO.

ÉXODO

Toco timbre en un edificio y subo, me recibe una chica que dice estar esperándome. Me hace pasar al living oscuro de un pequeño departamento en un piso 15, levanta las persianas y la luz nos invade; el paisaje urbano que aparece por las ventanas es maravilloso, imposible de recrear en un teatro. Me ofrece té mientras me cuenta su trágica historia familiar con muñequitos y muerte. Los libros de arte y la calidez del sol empiezan a turbarse. Ella está desamparada, triste y me pide ayuda. Soy cada vez menos espectadora y más parte de esta situación que en voz bajita me involucra en la intimidad del vínculo con su madre depresiva. Entre diapositivas y anécdotas, sacamos a flote a esta piltrafa humana que pareciera no haber salido de la cama en semanas. Risas, baile y juegos. Pero la madre me pide un favor que desencadena un final sorpresivo, repleto de tensión e incomodidad. Bajan las persianas, apagan las luces, ¿se está bajando el telón? No entiendo, parece que es momento de irme, aunque me gustaría quedarme y abrazarla fuerte. Sus ojos llenos de culpa me siguen pidiendo ayuda; pero no, era solo una obra de teatro.

RETRATO

Llego al Malba y sigo las instrucciones: dirigirme hasta la obra La puerta abierta, sostener en forma visible mi ticket de TeatroSOLO y esperar a que la actriz se acerque a mí. Me siento adentro de una película de espías en blanco y negro; tanto, que me resulta increíble que Hitchcock no me esté filmando. Empiezo a sospechar de todas las personas que se acercan, que se alejan, que caminan cerca de mí. Sospecho de los guardias de seguridad, especialmente del que me mira y sonríe; de una pareja que parece saber demasiado de la obra que está justo al lado de la mía; de una mujer que habla en otro idioma. Pasan un ratito en el que, de a poco, todo lo que me rodea se vuelve representación. Interrumpe mi meditación metafísica una mujer que se para a mi lado, me mira de forma cómplice y me pide un favorcito. Entro en el juego y nos ponemos a charlar, me cuenta que trabaja en el museo, aunque no le gusta porque quería vivir en Lobos. Me confiesa que el padre de su hija le impidió cumplir ese, su sueño. Me empieza a contar su vida, con un caudal irrefrenable de palabras que necesitan salir. Damos unas vueltas y me invita a tomar un mate cocido, asi que la sigo hasta un subsuelo donde nadie, salvo los empleados del museo, tiene acceso. Llegamos a un enorme depósito donde hay varias obras embaladas, están “en tránsito”; por un momento dejo de escucharla y me pierdo en los entretelones del arte. Su relato nos vuelve a llevar a la Colección Permanente de Arte Latinoamericano y vamos atravesando varias obras, todo se va resignificando con cada anécdota, en cada mirada se abren nuevos puntos de vista. Por un momento creo que, quizás, esto es lo que quería Umpiérrez: que yo vuelva a ver el mundo como una gran, enorme, constante ficción.

PACTO

Alguien sale de la puerta entreabierta de la Casa de la Cultura, me pide fuego y entablamos una conversación, paulatinamente comienzo a advertir que mis palabras reales se tornan ficción, un posible texto de un personaje que poco a poco entra en una historia, sin mi total permiso… Entramos y llegamos a una oficina donde hay otro actor/empleado, me voy dando cuenta de que se trata de un área de criminonología, como policías, algo así. Los dos personajes se dirigen a mí en todo momento, yo soy parte de la escena, me convierten en una “agente” más que viene a colaborar en un caso. Ponen un arma sobre un escritorio y me invitan a tomarla, pero no acepto aunque me aclaran que es de plástico. Me piden que los grabe, que registre un comunicado que van a hacer: ambos se colocan cabezas de ciervo en sus cabezas y le hablan a un empresario multimillonario que está haciendo estragos ambientales (tala de árboles y otros crímenes que atentan contra el medio ambiente y la humanidad). Tienen secuestrado a su hijo y si el empresario no dona una altísima suma de dinero, harán pasar a su hijo por lo que él está condenando a la humanidad: hambre y sufrimiento. Me dicen que tenemos que ir a ver a la persona secuestrada que está en la parte superior del edificio. Salimos de la oficina y nos dirigimos los tres hacia el ascensor. Subimos un par de pisos y llegamos a la terraza donde está el pibe atado de pies y manos, lo sientan en una silla y me piden que lea el mismo comunicado que minutos antes ellos grabaron frente a la cámara. Leo (¿actúo?) ellos parecen observarme, ¿acaso son ahora mis espectadores? Los dos personajes se retiran y me dejan sola con el hijo del empresario que llora y me pide un favor. No se bien qué tengo que hacer, y de pronto, sin darme cuenta, todo terminó y yo me quedo sola, perdida en la Casa de la Cultura, que más que de cultura, parece un laberinto de ficciones y realidades teatrales.

Estas obras, experiencias subjetivas, nos llenan de preguntas y nos hacen reflexionar acerca del teatro, de sus límites, del rol del espectador y del retorno al origen, allá lejos y hace tiempo, cuando la literatura era solo oralidad. Es raro esto de ser el único espectador, e inclusive parte de la hisoria, pero una vez más y con todas sus fuerzas, se resalta el carácter efímero del arte teatral. El aquí y ahora y la imposibilidad de la reproducción; siguiendo a nuestros amigos de la Escuela de Frankfurt en la era de la reproductibilidad técnica, ¿qué pasa si vamos a contrarreloj y, en vez de multiplicar el original en eternas copias idénticas, repetimos la experiencia pero con la certeza de que nunca será igual? El espectador es siempre uno solo, pero la obra será multiplicada en una fórmula directamente proporcional a las diferentes miradas, a los puntos de vista y a la libertad lúdica que propone esta maravillosa experiencia de puro juego teatral. Una propuesta que pasará desapercibida en los vagones del subte o entre las obras de un museo, pero seguramente dejará una huella en la escena teatral. A no perdérsela! Chapeau.

Mariana Sísaro, Florencia Aroldi y Julieta Zeta

Ficha técnico artística

Dirección: Matías Umpiérrez

Autoría: Matías Umpiérrez

Actuación: Flor Dyszel, Denise Groesman, Carolina Martín Ferro, Lalo Rotavería, Claudia Schijman, Martín Soler, Matías Tavolaro, Vivi Vázquez

Asistente de dirección: Pía Patruno

Asistencia de locación: Ayelén Aranea, Fátima Fernández, Jair Toledo

Asistencia de producción: Rodrigo Pérez

Producción: Florencia Wasser

TeatroSOLO Buenos Aires es parte del programa Rituales de Pasaje del Complejo Teatral de Buenos Aires y cuenta con el apoyo del Museo Malba (Fundación Constantini) y Alternativa Teatral. En marzo 2013, TeatroSOLO se presentó en la ciudad de Graus (España).

www.teatrosolo.com.ar

Funciones sábado y domingo, hasta el 2 de junio.

Localidades en venta en www.teatrosolo.com.ar o por www.alternativateatral.com.ar.

Informes: [email protected]

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