Las Vengadoras es una obra, principalmente, para reírse. A través de interpretaciones impecables, aparecen en escena cuatro mujeres policías que organizan un evento. El humor es una constante que llega a través de frases ocurrentes y de situaciones casi bizarras, pero eso no significa que no haya momentos de tensión. En la segunda temporada de Las Vengadoras, Bernardo Cappa logra combinar ambos elementos de una forma sumamente equilibrada.

La Orca (Silvia Villazur) alcanzó el cargo de comisaria, y eso es motivo suficiente para celebrar. Mientras la agasajada se mueve de un lado a otro dando órdenes desde su silla de ruedas, la Tarta (Sabrina Lara) organiza todo: decora el salón y se encarga de contactar al dúo musical “Las Vengadoras” (compuesto por dos policías) para que interpreten una canción. En cualquier momento llegarán los invitados, y el lugar estará repleto de polis.

Las artistas llegan al salón confundidas, la Monja (Leilen Araudo) y la Suricata (Maia Lancioni) no tocan desde la muerte de Guada, otra policía que murió en un episodio confuso. Entre tartamudeos, la Tarta explica el plan: robar un bolso lleno de billetes que uno de los invitados traerá. La víctima del robo, Benavídez, había sido pareja de Guada y era una oportunidad para vengarse.

El humor se hace presente desde la primera escena, despertando una que otra carcajada entre el público. A través de chistes actuales y locales, de personajes desopilantes, que son interpretados de una forma excelente, y de algún momento de tensión, Bernardo Cappa muestra en escena una realidad presente en la Argentina: el problema de la seguridad, el rol de la policía, diferencias de género y la Justicia por mano propia.