Hay libros en el piso, una cocina y un baño que no se ven, y la duda constante de a cuál relato creer. Pareciera ser un bunker pero también una casa en el barrio de Flores en una Argentina postapocalíptica. Todo lo de afuera es decorado, es todo falso. O por lo menos es lo que dicen los integrantes de la familia que habita ese lugar. El padre, el hijo y la madre-hermana.

Hay un enemigo infiltrado y tienen que descubrirlo cueste lo que cueste. Se han cambiado los nombres para confundir y ya se olvidan de su propia identidad. Todo el tiempo se preguntan y repreguntan mediante arduos interrogatorios, ninguno confía en ninguno y las alianzas se modifican constantemente. Parece que la esquizofrenia familiar se desató a partir del “picnic de Ezeiza”, ninguno recuerda con exactitud lo que pasó pero todos saben que allí comenzó la decadencia. Una familia confundida hasta la locura, obsesionada por encontrar al espía enemigo. Una visión extremada sobre la Argentina, el peronismo y la psicosis que nos envuelve.

Con un código de actuación extrañado y momentos de un absurdo realmente desopilante, Pompeyo Audivert invita a reír y llorar en la risa con una mirada crítica pero poética sobre la historia Argentina de los últimos cuarenta años. Sin alusiones totalmente directas podemos reconocer en Edipo en Ezeiza ciertos aspectos en relación al devenir de la política en nuestro país y de la amnesia que esta suele adolecer. Lo más delirante es que, aunque nos miremos en este espejo teatral, posiblemente sigamos confundidos.